
Mario Vargas Llosa es muy reconocido por su exitosa trayectoria como novelista, ensayista y periodista, además de haber recibido el Premio Nobel de Literatura en 2010. Su legado literario es innegable, con obras esenciales como La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral y La fiesta del chivo. No obstante, pocos tienen en mente una faceta poco habitual en su carrera: su participación en la televisión como presentador del programa La Torre de Babel, que se transmitió a principios de la década de 1980.
Esta aventura televisiva se desarrolló en un contexto interesante, ya que, después de años de destacarse en el ámbito literario, Vargas Llosa intentó indagar en otras formas de llegar al público. Sin embargo, a pesar de que su breve presencia en la televisión no impidió que el autor peruano continuara ampliando su legado como escritor, siguió produciendo obras que perdurarán en la memoria de los lectores.
El inicio de cómo el escritor peruano debutó como conductor de televisión se produjo por la propuesta que surgió de La Torre de Babel, un programa cultural transmitido en Panamericana Televisión y conducido por el propio autor. El programa se emitió en 1981 todos los domingos a las 10 p.m. y tenía como objetivo difundir ideas, libros, arte y pensamiento a través de entrevistas, reportajes y conversaciones con destacados invitados del mundo hispano. Vargas Llosa no solo asumía el rol de presentador, sino que también participaba en la elaboración de los contenidos, en una suerte de curaduría intelectual.
El nombre del programa no fue casual, ya que La Torre de Babel hacía referencia al relato bíblico sobre la variedad de idiomas y culturas, un concepto que Vargas Llosa intentó reflejar al agrupar voces de diversas naciones y disciplinas. La idea del espacio se centraba en conversaciones profundas acerca de literatura, filosofía, política, ciencia y cultura popular.
A pesar de que no alcanzó un gran éxito en términos de audiencia, La Torre de Babel se destacó por su calidad y por la seriedad con la que trataba temas a menudo ignorados en la televisión comercial. La aparición de Vargas Llosa en la televisión fue percibida con algo de asombro, pero también como una arriesgada decisión para llevar el pensamiento crítico al hogar de numerosos espectadores.
Su desenvolvimiento como conductor fue sobrio, elegante y reflexivo, en línea con su personalidad. Si bien no poseía la soltura típica de un presentador televisivo, su dominio de los temas tratados y su prestigio intelectual le daban un peso singular al programa. Para muchos, ver al autor de Pantaleón y las visitadoras en un set de televisión fue una experiencia única por el hecho de que el escritor que, lejos de los estereotipos del intelectual reservado, se animaba a dialogar cara a cara con la sociedad desde un medio masivo.
La etapa de Vargas Llosa como presentador de televisión no fue un experimento mediático, sino que constituye una curiosidad en la trayectoria del autor peruano. Asimismo, fue un evento auténtico destinado a promover la cultura en múltiples retrospectivas.
Esta significativa faceta demuestra que la cultura no debe estar confinada a las bibliotecas o las aulas universitarias, sino que puede —y debe— dialogar con todos los medios posibles.
Algunos críticos aún consideran que La Casa Verde es el logro más importante de Vargas Llosa. De hecho, el crítico literario latinoamericano Gerald Martin sugiere que La Casa Verde es una de las novelas más grandiosas de Latinoamérica.

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