“Estando la mayor parte del tiempo en casa/ poesía y prosa se desposan como en el acto de amor/ de la fuerza de los músculos depende de la duración/ de sus posturas” (Ollé, 1981, 25).
Carmen Ollé, limeña, premio Casa de la Literatura Peruana 2015, marca más un después que un antes en la interpretación de la corporeidad femenina más plena, un yo que se reconvierte en una expresión máxima del goce terrenal: “Abro mi fantasía y la encuentro deliciosa gozo su cuerpo como otra mujer esta mujer es mi rival” (Ollé, 1981, 30).
Su poemario Noches de Adrenalina es el referente de lo simbólico del rompimiento de las buenas maneras de la palabra sincera, honesta que contrasta con el reconocimiento del sentir voluptuoso y turgente de la mujer que existe: “He asumido el riesgo del amor con los ojos repletos de lágrimas”.
Nace en 1947 en el contexto limeño que Carmen describe: agreste, indomable, implacable a la sobrevivencia humana “Hoteles de Lima en ellos la ciudad se pulveriza mediante el silencio” en que lo único que queda es liberar la voluntad de experimentar lo no habido para hacerlo realidad: “He vuelto a despertar en Lima a ser una mujer que va midiendo su talle” (Ollé, 1981,13).
Innegable encontrar en el universo de su poesía evocaciones a la libertad del acto, la autonomía del sentir, la sinceridad de hablar y lo sagrado de confesar. “Hoy pasé en París en un invierno escarchado una Navidad que podría haber sido de postal”.
Sus versos representan la figura de la mujer, dueña de sí: terrena, plena en el que no hay parámetro, “Así como mi cuerpo ha ido cambiando con los años, mi ego también: he sido tímida, pedante, antipática, sincera, mentirosa, he sido perversa, … nadie es del todo transparente” Carmen Ollé.