Más de diez líderes indígenas de la Amazonía fueron asesinados en los últimos ocho años por defender sus territorios ancestrales. Esta es la cúspide de la escalada de violencia que se vive en estas regiones.
Según informe de Cuarto Poder, aunque el Estado lucha contra el narcotráfico en el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), este mal social ha ganado terreno en la amplia zona de la frontera de las regiones Ucayali, Huánuco y Pasco.
Tal es la problemática que se dice que la zona se está convirtiendo en un segundo Vraem, donde han aparecido unas 46 pistas de aterrizaje para extraer la droga y donde las comunidades nativas viven bajo constante amenaza de muerte.
“Este problema empieza a darse cuando nosotros hemos denunciado la existencia del narcotráfico en la zona. Hay pozas de maduración, pistas de aterrizajes y hay autoridades cómplices porque (hay) apertura de carreteras en territorios ancestrales indígenas”, denuncia Herlin Odicio Estrella, presidente de la Federación de Comunidades Nativas Catacaibo Fenacoca.
Él se encuentra refugiado en otra región debido a las amenazas de muerte que recibe desde hace más de un año.
El líder indígena explica que el problema habría surgido desde que el Estado, a través de entidades como Devida o el Ministerio de Agricultura, dio títulos de propiedad a colonos y personas llegadas del Vraem dentro de terrenos ancestralmente ocupados por comunidades indígenas, shipibas, asháninkas y catataibo, entre otras.
No obstante, Devida respondió que desde hace tres años no entregan títulos individuales en territorios comunales, según Laura Mantilla, representante de la institución de la oficina de Ucayali.
Los nativos aseguran que la zona se ha convertido en un paraíso de la hoja de coca, y más aun con el golpe a la economía que sufrieron las poblaciones amazónicas durante la pandemia.