Cuando un embarazo es deseado, se convierte en una etapa cargada de emociones y altas expectativas. A pesar de todos sus desafíos, la maternidad debería implicar realizar sueños, proyectos y arreglos para esta nueva vida. Sin embargo, en muchas ocasiones, las mujeres que gestan no encuentran en los servicios de salud el mismo interés por su estado y se chocan con una atención distante, alejada de sus necesidades y de la calidad que ellas merecen.
Esta conducta deshumanizante se conoce como violencia obstétrica, y daña la salud física y emocional de las mujeres. Este tipo de violencia, tan normalizada y silenciada, se produce durante el control del embarazo, en el parto o en los momentos posteriores al mismo, e incluso en mujeres en situación de aborto.
Las víctimas reciben un trato frío, discriminatorio y humillante por parte del personal de salud, les brindan información incompleta o inexacta sobre su estado de embarazo, les aplican medicamentos de manera abusiva o les realizan cesáreas innecesarias o sin su consentimiento. Todas estas prácticas generarán secuelas físicas y psicológicas de distinta índole que afectarán tanto a las madres como a los niños y niñas en su desarrollo posterior.
Si el embarazo de por sí constituye una etapa altamente desafiante en lo emocional, el diagnóstico de una malformación fetal incompatible con la vida lo transforma en un proceso que las mujeres pasan llenas de angustia extrema. Sienten rabia, tristeza y frustración, pero sobre todo culpa por la pérdida porque se percibe que “han fallado” como mujeres.
“Hasta ahora, los embarazos con malformaciones fetales han sido parte del silencio de muchas Violencia obstétrica: la violencia silenciada Rossina Guerrero Directora de Programas de PROMSEX mujeres y de la indiferencia de los servicios, ignorando el impacto que estos embarazos tienen tanto en su salud física como mental, así como en sus entornos” señala Susana Chávez, directora ejecutiva de PROMSEX.
Frente al diagnóstico de una gestación con malformaciones, muchas mujeres consideran la interrupción del embarazo como una medida necesaria no solo para prevenir mayores riesgos para su salud y su vida, sino para evitar mayores sufrimientos a sus hijos, que suelen morir a las pocas horas.
El estigma alrededor del aborto no solo es el resultado de la desinformación, sino también del poco valor que se le da a la vida de las mujeres. Y este mismo estigma expone a aquellas que decidieron abortar a situaciones de revictimización donde son juzgadas y maltratadas.
En embarazos con malformaciones incompatibles con la vida, demorar o negar el derecho al aborto terapéutico obliga a las mujeres a terminar una gestación trágica, lo que les genera mayor angustia, estrés y dolor.
“El duelo alrededor de los últimos días de embarazo o días después del nacimiento es un proceso complejo y difícil de elaborar para las mujeres y sus parejas que lo viven. Hasta hace poco, se trataba como una pérdida más, insensible con su dolor. Hoy existen protocolos y lineamientos para manejar los procesos de diagnóstico, acompañamiento e interrupción del embarazo que deben ser implementados y fortalecidos”, puntualiza Macarena González, psicóloga clínica y coautora del libro “Relatos de mujeres: Experiencias de embarazos conmalformaciones incompatibles con la vida”, publicado por PROMSEX y Flora Tristán.
Las mujeres embarazadas que acuden a un servicio de salud se encuentran frente a una atención basada en un modelo biomédico, el cual ha instalado un enfoque patologizante que solo busca atender las “alteraciones fisiológicas” de la gestante y desconoce todos los procesos psicológicos y socioambientales por los que atraviesa.
Además, estas mujeres se encuentran con atención médica organizada bajo estereotipos de género, que considera que las mujeres siempre quieren y deben ser madres, o que deben renunciar a su vida y salud en función del embarazo, su familia e hijos/as. Esa imagen de mujer/madre sacrificada opera en la atención de su salud.
Lo grave de ello es que se traduce en prácticas de abuso y violencia hacia las mujeres embarazadas, hoy conocidas como violencia obstétrica, que se expresan en un trato deshumanizante que las priva de autonomía y de la capacidad de decidir libremente sobre su cuerpo y sexualidad. Preocupa que no se valore que un embarazo producto de una violación, que viene con una malformación grave o incluso uno deseado, puede colocar a las mujeres en una situación de grave riesgo para su salud y su vida.
Todas las mujeres y niñas deben recibir información veraz, conocer su derecho a interrumpir ese embarazo y se les debe garantizar el acceso al mismo.
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