Dos horas después de que el exmandatario Pedro Castillo disolviera el Congreso, el suboficial PNP Nilo Irigoín Chávez, considerado como la “sombra” de la seguridad personal y entrañable amigo del exjefe de Estado, ordenó la salida de la familia presidencial de Palacio de Gobierno en dos vehículos con rumbo desconocido.
La sorpresiva movilización de Pedro Castillo, su esposa e hijos, fue alertada por el jefe de la Escolta Presidencial, mayor PNP Luis Alarcón Trujillo, al jefe de la División de Seguridad Presidencial, coronel PNP Walter Ramos Gómez, así como al jefe del Departamento de Escolta Presidencial, comandante PNP Miguel Carpio Zúñiga. Era la 1:20 de la tarde del martes 7 de diciembre de 2022.
— “¡Salida reservada!”(sin destino) —comunicó el suboficial Irigoín al chofer del “cofre” (vehículo presidencial), suboficial PNP Josep Grández López.
— “¿A dónde se van?”, —preguntó el coronel Walter Ramos.
— “¡Salida reservada, mi coronel!”, repitió Irigoín.
En el “cofre” iban el expresidente Pedro Castillo, su esposa Lilia Paredes, su pequeña hija Alondra y el expremier Aníbal Torres. Todos iban sentados en la parte de atrás. Irigoín era el copiloto.
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Según fuentes de Palacio de Gobierno, el coronel Walter Ramos ni bien tomó conocimiento de las actividades del expresidente Castillo, se comunicó de inmediato al jefe de la Dirección de Seguridad del Estado de la PNP, general PNP Iván Lizzetti Salazar, quien en todo momento le recomendó que no lo perdiera de vista la comitiva, puesto que era necesario saber dónde iba Castillo, ante la crítica situación que enfrentaba el país, luego del anuncio de disolver el Congreso.
El “cofre” está protegido por cuatro anillos de seguridad: Dos “liebres” (efectivos policiales en motocicleta) que abren el paso, dos patrulleros y una móvil de la Sub Unidad de Acciones Tácticas (SUAT) de la PNP. Atrás de esa línea de seguridad, iba el vehículo del coronel Walter Ramos acompañado del comandante Miguel Carpio.
“A la altura de las avenidas Tacna y Nicolás de Piérola, el chofer Grández preguntó al suboficial Irigoín cuál era la ruta. ‘¿A dónde va mi superior?’, le dijo. En seguida, Irigoín consultó al expresidente Castillo: ‘¿Pedro, a dónde vamos?’. ‘¡A la embajada de México!’, respondió el exmandatario”, relataron a La República fuentes de la escolta presidencial.
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“¡Uy, se va a quitar! Si el presidente Castillo se mete en la embajada, ¡los que van a ir a la cárcel somos nosotros!”, exclamó el coronel Walter Ramos. Así que de inmediato llamó al general Iván Lizzetti, comunicando lo sucedido.
— “Mi general, ¿qué hago? ¡El hombre se va a la embajada de México!”, —le informó.
— “¡Espera, espera! ¡Voy a consultar!” —respondió el general Lizzetti.
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“En esos momentos, el coronel Walter Ramos no sabía qué hacer, si detenerlo o no, porque aún no tenía el respaldo de la institución. Además, estaban demorando. ¿Qué pasaba si detenía al presidente Castillo y las Fuerzas Armadas apoyaban el cierre del Congreso? El que se iba preso era el coronel Ramos. El coronel Ramos se la jugó”, comentó otra fuente que estuvo en el lugar de los hechos.
Mientras el vehículo avanzaba por la avenida Tacna y Nicolás de Piérola, el coronel Ramos llamaba desesperado al general Lizzetti, pero no contestaba. Al poco rato, el general Lizzetti devolvió la llamada y dijo casi gritando:
— “¡Detenlo, detenlo!” — ordenó el general Iván Lizzetti.
Foto: Félix Contreras/La República
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Sin embargo, ese día el tránsito estaba congestionado y la móvil del coronel Ramos había quedado lejos de la comitiva presidencial. De esa manera, el coronel Walter Ramos, aprovechando el cambio del semáforo en la intersección de las avenidas Inca Garcilaso y España, ordenó al comandante Miguel Carpio que corriera hasta el primer vehículo de seguridad para impedir que avanzara.
— “¡Te plantas acá! ¡Nadie se mueva!” —gritó el comandante Carpio al chofer del vehículo de seguridad, luego de golpear la capota del carro.
Sin embargo, pese a que el comandante Miguel Carpio ordenó que la comitiva no avanzara, el suboficial Orlando Tello Guevara, otra de las “sombras” de seguridad personal de Castillo, exigió al chofer que prosiguiera con el recorrido.
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“Ante esta situación, el coronel Ramos ordenó que la móvil de la SUAT cerrara el paso del vehículo donde iba el expresidente. Y a la altura de la Clínica Internacional, en plena avenida Inca Garcilaso, el coronel Walter Ramos advirtió a las ‘sombras’ que Castillo estaba detenido”, relataron las fuentes.
“Piensa en tus hijos y en tu familia. Si no hacemos esto, si no lo detenemos, todos nos vamos a la cárcel”, advirtió el coronel Walter Ramos mientras se comunicaba con el general Iván Lizzetti, solicitando la presencia de un fiscal para la intervención del expresidente Pedro Castillo.
Durante la intervención al expresidente Castillo, su esposa Lilia Paredes y su menor hija, Alondra, que iba sentada entre sus piernas, empezaron a llorar y a desesperarse por todo lo que pasaba. “¡Pero, qué has hecho, Pedro! ¡Por qué lo has hecho!”, le decía Lilia Paredes a su cónyuge, mientras abrazaba a su hija. No entendían exactamente lo que estaba sucediendo.
Pedro Castillo mantenía fija la mirada al frente. No volteaba para decir nada. Según los testigos, simplemente se quedó callado.