—La decisión de dejar de ser abogado del presidente Castillo, ¿fue de él o suya?
—Fue mía. Acá no ha habido pérdida de confianza del presidente para conmigo. Lo que hubo fue una renuncia de mi parte por motivos que solo mi cliente y yo conocemos.
—¿Qué cambió? ¿La intervención de la Fiscalía en Palacio el martes tuvo algo que ver?
No. La renuncia fue parte de un proceso. Hace un tiempo ya había deslizado la posibilidad al presidente. Tomé una decisión que tiene que ver con razones mías.
—¿Estaba cansado?
—Bueno, todos los casos generan cierto…
—Una cosa es defender a un privado, otra a un presidente.
—Yo diría que he sentido esta defensa como David contra Goliat. He estado básicamente solo defendiendo al presidente, contra todos y contra todo. Es importante subrayar que sí se han logrado cometidos importantes, como la decisión del juez Juan Carlos Checkley, porque en la tutela definió que al presidente solo se le puede investigar preliminarmente, no de manera formalizada, no se le pueden imputar cargos y, por lo tanto, no se le puede pedir una prisión preventiva. Eso es clave porque tal como es la coyuntura, si el juez no hubiese dicho eso…
—¿Castillo estaría preso ahora mismo?
—El presidente estaría fuera de Palacio y dentro de la cárcel. No porque lo merezca, sino porque hay todo un procedimiento que he calificado como uno que no obedece a estándares mínimos del debido proceso. Es lamentable, pero es así: la afectación al derecho a la defensa, la filtración de información por partes para generar un imaginario de culpabilidad. Eso no es ocasional ni es poca diligencia. Es deliberado, no porque haya renunciado a la defensa o cambió de ideas. Yo creo firmemente…
—¿En la inocencia de Castillo?
—Como creo en la inocencia de todas las personas que no tienen una condena en su contra.
—¿Cree en la inocencia de Castillo?
—Claro, porque es lo que corresponde por mandato constitucional.
—Nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario, le doy la razón. Otra cosa es estar convencido de que su cliente es inocente.
—Es que la razón de mi renuncia no es que yo crea que el presidente es culpable.
—Con todo lo visto, ¿cree en la inocencia de Castillo?
—Sí. Con todo lo que conozco, aquilatando los testimonios, lo que hay, mantengo mi postura: sigo creyendo en que Castillo se trata de una persona inocente. Hasta hoy no hay pruebas concretas, tangibles, reales en su contra.
—¿Nunca flaqueó su convencimiento?
—Yo soy, por principio, un escéptico, voy dudando y no voy sometido a aceptar las cosas a rajatabla. La Fiscalía es la que tiene que comprobar que existe un delito. Solo con una condena yo podría decir que sí, es culpable. No me voy a sumar al coro de voces que ataca al presidente.
—¿Y no será que usted sentía que el caso lo venía perdiendo?
—No, no. Este caso recién inicia. No hay tampoco sospechas graves. Hay sospechas iniciales que se aclararán. No veo todavía solidez jurídica en el caso contra el presidente.
—Sí ve sospechas razonables.
—Sospechas iniciales.
—En una entrevista en Hildebrandt en sus Trece afirmó que solo dejaría la defensa si le mentían. ¿Eso ocurrió?
—No. No puedo entrar en ese terreno porque eso significaría vulnerar el secreto profesional. Yo trabajo sobre la base de una información que me entregan. El derecho se basa en la confianza y yo no he perdido la confianza…
—¿En el presidente?
—No. Hasta el momento que estamos hablando, no.
—¿El presidente le ha mentido en algún momento?
—En realidad, lo que puedo decir es que no ha sido esa la motivación. Han sido otras motivaciones.
—Se acaba de entregar Yenifer Paredes. ¿Estuvo el martes 9 en Palacio?
—Nunca la vi. De hecho, no se levantó en el acta ningún elemento que diga que acá estuvo Yenifer, como su ropa. No hay ningún bien incautado, ni su celular, como para dar cuenta de que vivía allí.
—Podría haberse llevado todo ayer mismo.
—Bueno, esa es una especulación.
—¿Nunca estuvo?
—Yo no soy notario para establecer cosas.
—¿A partir de qué momento puede dar fe de que no estaba?
—A partir del momento en que yo llegué, plan de 6 de la tarde.
—Lo que se sostiene es que se impidió la entrada para darle tiempo de irse.
—La razón que se dio es que llegue la defensa. Entenderá, no porque sea una diligencia autorizada por el juez, el abogado no va a participar. Era una diligencia súbita, yo no estaba en Palacio y tuve que regresar. Me estaba yendo a Miraflores, tuve que volver y por el tráfico me demoré casi una hora.
—¿Diría que la fiscal de la Nación está actuando con apego al debido proceso?
—Yo creo que tiene que actuar mejor, que tiene que respetar el debido proceso, respetar el principio de legalidad por encima de las pasiones y de las coyunturas.
—Comprenderá que su renuncia, más allá de lo que usted diga, será interpretada como una muestra de que Castillo se queda cada vez más solo.
—Es una interpretación, pero en el binomio defensor-cliente hay que ser muy claros en que las razones las conocen solo dos personas. Para que pueda decirle algo, solo podría hacerlo en el siguiente escenario: que mi cliente expresamente lo autorice. Mire, no me voy peleado ni creyendo que mi cliente sea una persona mala. Creo que él y la primera dama son personas muy sencillas, respetuosas y nobles.
—Sigue hablando como su abogado.
—Como alguien que los ha conocido.
—¿El problema es su entorno?
—No lo sé. Lo que creo es que las defensas de este tipo requieren organización y es importante que eso se entienda. A un abogado se le juzga por los términos de su defensa, las causas que propone, las disposiciones del derecho que aplica, no por a quién defiende.
—¿Se da cuenta de que esa frase es medio incriminatoria para el presidente Castillo?
No, es una frase recogida de los principios básicos de la abogacía de la ONU: a un abogado no se le puede identificar con el cliente. Yo no creo en los abogados cosmetólogos, que defienden lo bonito, lo bueno, lo que todos quieren. Yo soy abogado de casos difíciles, impopulares.
—¿Quién le pagaba? ¿Castillo?
—Sí, el presidente. Y no son millonadas. He acumulado riqueza de conocimientos y de experiencia, no material.
—¿Cree que Castillo saldrá bien librado?
—Es que es un caso sin salida. A Castillo se le puede investigar, no más. Es un caso en donde no se puede formalizar, ni avanzar. En el terreno jurídico ni puede haber suspensiones, ni detenciones del presidente, ni debería prosperar más la investigación.