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Política

Dargent: “En el Congreso hay un montón de grupos que no solo no hacen reformas, las atacan”

En la República, conversamos con el politólogo Eduardo Dargent, quien explicó sobre la desconfianza del país en las autoridades políticas y otros temas de coyuntura.

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Dargent manifestó que los votantes limeños también confirmaron sus temores con Pedro Castillo. Foto: La República

El politólogo y docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Eduardo Dargent, plantea que una de las razones que explican el alto grado de polarización y desconfianza que hay en el país es que los ciudadanos han confirmado sus temores políticos. Añade, cada vez se vuelve más difícil llegar a consensos mínimos.

—Señala en un artículo que para entender la polarización y la desconfianza de los peruanos hay que reconocer que la ciudadanía ha confirmado muchos de sus prejuicios políticos. ¿A cuáles se refiere?

—El periodo que vivimos desde el 2016 y con mucha fuerza desde el 2021 ha confirmado los temores de los bandos más polarizados. Por un lado, el movimiento antifujimorista te decía que el fujimorismo podía ser un peligro autoritario, y la derecha que apoyaba al fujimorismo decía que eso era una exageración y que todo eso ya había pasado.

—¿Y no había pasado?

—Los últimos acontecimientos desde el ascenso de Dina Boluarte con las muertes en las protestas le dan la razón a un sector que ha visto que los grandes medios de comunicación se comportan de dos maneras muy diferentes frente a Castillo y Boluarte. Segundo, que se tolera la represión en el sur que trae heridas profundas, que evidencia que los muertos no pesan igual. Hay gente que todavía repite que “la violencia en las protestas dio lugar a…”. Y uno lo que encuentra es que una mezcla de fake news, malas decisiones de comando y, sobre todo, una narrativa que aludía a una conspiración comunista dio lugar a acciones que no cumplieron con el cuidado de los derechos humanos. Mal que bien, con diferencias regionales, en el Perú ya se había aprendido a manejar protestas, a entender mejor la conflictividad. Pero en pocas semanas todo eso se cayó y no pasó nada, porque hay una Fiscalía que se alinea con el Congreso y un Congreso que se alinea con el Ejecutivo con la idea de quedarse. Entonces, a ese sector que veía con temor la posibilidad de un gobierno de derecha más autoritario donde los grandes poderes se alineen…

—Y con violación de derechos humanos.

—Así es, a ese sector le queda la sensación que sí se puede construir un gobierno autoritario donde estas cosas se pasan por alto. Y aunque no quiero plantear una equidistancia, porque la prueba ácida de los muertos no es algo que haya pasado nuestro autoritarismo de izquierda, es verdad que las élites empresariales, los votantes limeños también confirmaron sus temores con Castillo. El suyo fue un gobierno corrupto, lleno de nombramientos de la peor calaña, patrimonialista, pero defendido con retórica de revolución de octubre.

—Y autoritario.

—Porque un golpe, aunque sea mal hecho, sigue siendo un golpe. Y lo que queda para todos es que hay un mundo intermedio producto de la informalidad, del debilitamiento de la política, en el que hay un montón de congresistas que llegan al Congreso con agendas muy particulares que se adecúan a los autoritarios de un lado y otro. Es un centro pragmático que no tiene ideología de centro y se presta a garantizar continuidad a cambio de puestos en ministerios. La situación en el 2016 ya era mala…

—¿Ahora es peor?

—Es peor. Y queda claro que la desconfianza en la siguiente elección será muy alta. Porque los órganos y espacios que deberían ayudar a moderar esto, como la Fiscalía de la Nación, la Defensoría del Pueblo, han sufrido degradaciones. Y además ya se introdujo la idea de que el Jurado Nacional de Elecciones es el que hace la trampa.

—Con la ONPE. 

—Así es, lo que destruye la confianza. Y es un disparo a los pies. Imagínese que mañana Keiko Fujimori gana las elecciones con dos puntos de diferencia…

—¿Se acusará también un fraude?

—Es que se está construyendo una situación en la cual es muy difícil darle legitimidad a un ganador, todo en un país en el que, ante la ausencia de reformas, se vuelve cada vez menos esperanzador vivir, quedarte, tal como muestran las encuestas.

—Lo cual es espeluznante. No ha faltado quien piense en lo que ocurrió en los ochenta y la cantidad de gente que se fue.

—Es espeluznante porque las condiciones no son las de los años ochenta. Si el fujimorismo no hubiese atacado y petardeado a Kuczynski, si es que hubiese habido mejores opciones el 2021, si es que estos grupos radicalizados y que ven todo conspirativo y que le hacen creer a la gente que sus problemas son por las consultarías caviares…

—O porque se financia al cine peruano.

—O por eso, cuando en realidad lo que ocurre es que hemos acabado con reformas mínimas, que no son los que nos pide la OCDE, pero en las que al menos había continuidad.

—Había un consenso mínimo en que había límites que no se podía traspasar.

—Cuando Cerrón habla de la captura caviar del Estado, en realidad quiere transmitir que Toledo, incluso García y Humala tenían gabinetes con gente de derecha en ciertos sectores y más progresistas en otros. Jaime Saavedra fue denunciado por la izquierda en su momento por ser un derechista metido en educación, pero en realidad transmitía grandes consensos. Por supuesto que, con críticas de aquí y allá, había un rumbo. Eso se ha perdido, en parte porque tampoco se hizo trabajo político para asentarlo. Hay un proceso de informalización que entró a la política, que lo dijeron diversas personas de distintos sectores. Otros advirtieron que el modelo tiene un límite, está el libro de Ghezzi y Gallardo, que pedían pensar en otras actividades que generen empleo…

—Diversificación productiva.

—Otros decían que no se están haciendo reformas, que va a explotar el tema social. Entonces, estamos llegando a hacer muy difícil los consensos. Hemos llegado al absurdo de que si ves las reformas que plantea la OCDE, van a decir que son caviares. Hablar de honestidad en el sistema de justicia ya es caviar, ¿no? Y eso es bien complicado. Jaime de Althaus dice que son dos bandos en disputa. Pero uno de esos bandos recibe llamadas de los 'hermanitos', se toma fotos o es parte de esas mafias que se van metiendo. No se trata de dos grupos en disputa…

—¿Qué es entonces?

—Puede haber discrepancias, desde luego, pero lo que hay cada vez más son una serie de intereses corruptos, inmediatos, particulares, que han entrado en la política y que se valen de estos discursos para seguir controlando a parte del sistema. La única forma de romperlo es construir una representación diferente, donde haya reconocimiento de las diferencias y consenso en temas mínimos. ¿Cuántos de esos temas tienen interés en el Congreso, en el Ejecutivo? Por ejemplo, meterte en el tema de salud implica pelearte con mafias. ¿Eso qué es? ¿Es caviar, de izquierda, de derecha? No, es de sentido común. Un sistema de salud no puede convivir con mafias que penetran al sistema para que le vaya mal y tengas que irte al privado.

—La discusión sobre la OCDE, que ya viene desde hace un buen tiempo, se siente lejana. Es como si quisiéramos encajar en un escenario en el que no encajamos. ¿Cómo lo ve?

—Es que, de nuevo, la situación es terrible. Había cierto consenso en la estabilidad macro con una inflación bajo control y la pregunta era qué íbamos a hacer con eso. Pero desde el 2016 en adelante nos hemos degradado. Y ahora viene la OCDE y te dice que para alcanzar sus estándares se requiere estabilidad jurídica, reducir la informalidad, ofrecer servicios sociales de mejor calidad, combatir la corrupción. Nos pone una lista de tareas que es alta. Alguien en el Congreso te dirá “hay que trabajar”. Pero es completamente irreal. Porque en el Congreso hay un montón de grupos que no solo no hacen las reformas, las atacan. Promueven la informalidad en el transporte, en la educación superior…

—Lo que hicieron con la Sunedu…

—Es el mejor ejemplo. Y además con esa retórica grandilocuente que en realidad es cuchipanda. Te dicen “defendemos la real autonomía universitaria y ahora sí las universidades van a poder florecer”, pero lo que tienes a cambio es un caos. Las universidades buenas que no sacaron cara por el sistema ahora van a tener que lidiar con una Sunedu degradada. Es una situación en la cual hay un Estado que ha perdido capacidades y calidad, con reformas apagadas, con organismos constitucionales que perdieron fuerza, con una sociedad informal y un Congreso que la representa. Y me faltó lo más complicado en la ecuación.

—¿Cuál?

—El sector privado y formal, que mientras a la economía le iba bien no le daba atención a lo otro y que ahora tendría que darse cuenta de los enormes costos de que esto se degrade. Es un sector donde muchos dicen que se quieren ir, pero lo real es que muchos ya se fueron. Sin una narrativa de comunidad nacional que le diga al sur que comprende su enojo y que tiene algo que ofrecer para que esté mejor, sin un sector privado que entienda que sus intereses pueden estar atados con el crecimiento y las mejoras sociales, el rumbo será muy complicado. En cambio, lo que tienes son estas radicalizaciones. Desde Lima, la idea del “yo puedo poner orden a esos salvajes que no tienen idea del progreso”. Y lo dicen con 13%, 15% de votos. Ni siquiera les da para una estabilidad autoritaria. Y desde la izquierda, los que posiblemente tengan más opción son los que recojan ese voto de protesta, ese malestar, donde te digan que se trata de hacer una nueva redistribución que será mas justa. ¿Vas a destruir espacios de creación privada, empresas? ¿Cuál es tu idea de progreso? Necesitamos actores políticos que rompan las polarizaciones y vean más a mediano plazo.

—Creo que necesitamos otros actores políticos, porque estos…

—No, estos no. Pero vamos a tener que seguir lidiando con ellos si es que siguen ganando votos. Ese es el desafío. También es importante advertir que esta continuidad es muy dañina. Solemos decir que estamos generando un escenario en el que puede llegar algo autoritario. Pero también estamos generando un escenario en el que esto se puede quedar por cinco años más. Y cinco años más de esto incrementa todos los malestares que vemos. Hay que generar buenas oportunidades electorales, pero ser conscientes de que hay que pelear los votos, hablarles a las personas para que no opten por la opción grandilocuente y sin contenido real. Sí, hay que construir una representación política diferente, sin olvidar que es una pelea democrática. No basta con decir “qué feas son las otras opciones”. Toca convencer a los votantes de que se les puede ofrecer algo distinto. Lo más perverso de todo esto es que se ha llegado a construir la idea de que alguien que hace una consultoría para el Estado es igual de corrupto que el que tiene llamadas con los 'hermanitos'. No digo que eso se lo crean todos, pero ya estamos en un mundo de ese tipo, en el que te puedan decir que si apoyas a ciertas reformas es porque recibes dinero. Esa idea hace muy difícil recuperar confianza. Creo que el reto es ese. No creo que el reto ahora sea hacer reformas políticas, que a veces ya suenan a excusas para no hacer nada. Por supuesto, algo se tendrá que hacer. Sin embargo, el reto principal es que se armen espacios de representación para detener la degradación, para tener gobernantes que sean creíbles y no centrados en su supervivencia nada más.