Política

Eduardo Dargent: “Es imposible que el Congreso pueda sobrevivir a una caída del Ejecutivo”

Entrevista al politólogo y docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú, quien responde sobre diversos asuntos de interés: la crisis política, la propuesta —que él defiende— de adelantar elecciones generales y Antauro Humala.

Crisis. "A mí no me gusta esa visión de que del 2000 al 2016 estábamos bien y de pronto empezó el conflicto entre poderes", señala Dargent. Foto: difusión
Crisis. "A mí no me gusta esa visión de que del 2000 al 2016 estábamos bien y de pronto empezó el conflicto entre poderes", señala Dargent. Foto: difusión

El Politólogo y docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Eduardo Dargent, analiza en esta entrevista la siempre complicada actualidad peruana. Responde sobre diversos asuntos de interés: la crisis política, la propuesta -que él defiende- de adelantar elecciones generales y Antauro Humala.

—En el libro, la Condena de la Libertad, hace repaso al periodo de 1968 a 1994. Concluye que nos hemos acostumbrado, como país, a la desmovilización, a la ausencia de organizaciones civiles -no solo partidos- que le den sustancia al tejido social. La situación actual, ¿encuentra parte de su explicación en lo que señala?

—Creo que en esos años se ve un aumento, en el Perú, de mucha articulación, de muchas formas de hacer política. Y, desde los ochenta, se ven una serie de procesos que van golpeando las posibilidades de articulación, que rompen vínculos, acaban con los partidos y las organizaciones de la sociedad civil. La violencia, la enorme crisis económica y las reformas de mercado que aterrizan sobre ese espacio desarticulado terminan dando lugar a una debilidad asociativa muy grande en el Perú, un país en el que es muy difícil construir organización…

—¿Despolitizado?

—Y despolitizado, donde crece una enorme informalidad. En los años 2000 otros países con dinero buscaron otras maneras de reconstruir o fortalecer la formalidad, los vínculos de la sociedad con el Estado. En cambio, acá, muchas de las propuestas, en parte por estos antecedentes, han sido de más y más informalidad. A la informalidad no hay que criminizarla, por cierto, tiene muchas variantes. Sin embargo, con la ilegalidad, han entrado de lleno en la política electoral, mientras que otros tipos de intereses, de la sociedad civil o de empresas, que podrían ir contra esa informalidad, han retrocedido. ¿Qué tenemos? No hay reformas, pero sí grandes acuerdos de un montón de estos intereses: transporte informal, economías ilegales, contrabando…

—Política informal.

—Política informal. Y mucha capacidad de estos actores de entrar, ganar un curul y desarrollar actividades contra la formalización. En un país que ya tenía pocas reformas, estamos viendo todavía muchas más resistencias. A eso hay que añadirle que la representación de otros sectores que podrían revertir esta tendencia ha quedado disminuida, subrepresentada.

—¿Cuáles?

—La izquierda de Verónika Mendoza, junto con el Frente Amplio. O lo que fue Unidad Nacional o Peruanos Por el Kambio. Los partidos llevaban a algunos congresistas con temas más vinculados al mediano plazo. Podías encontrar legisladores que lograban alianzas transversales. Mucho de eso se ha quebrado.

—¿Fuimos para peor?

—Fuimos para peor, pero no hay que minimizar el hecho de que no usamos recursos clave en años de crecimiento económico para contrarrestar algunas de estas tendencias. A mí no me gusta esa visión de que del 2000 al 2016 estábamos bien y de pronto empezó el conflicto entre poderes y estamos en esto…

—Es cierto que suena un poco gratuito ponerle fecha de inicio a lo de hoy.

—Es que mucho de lo que vivimos hoy se incubó. Muchas de las propuestas de reforma burocrática que hoy le pondría cotos a un gobierno que está esquilmando al Estado fueron detenidas por arquitectos del sistema anterior. El MEF se opuso a reformas, no se le dio atención a la regulación en una serie de actividades, no hubo compromiso ni del APRA, ni del fujimorismo ni de Perú Posible. Hubo esfuerzos aislados. Por eso decir que todo empieza el 2016…

—No es correcto.

—Y sostener que lo que había antes no es en parte responsable de lo que sucede hoy, no es una visión adecuada.

—Esta semana se debatieron en la Comisión de Constitución los proyectos de adelanto de elecciones. Por lo que se escuchó en las intervenciones de los congresistas presentes, lo más probable es que ni siquiera lleguen al Pleno. Usted es uno de los que ha afirmado que comicios adelantados podrían ser parte de la solución a la crisis. ¿Existe otra salida de emergencia?

—Yo he tomado un rol más activo de lo que solía…

—Que no está mal.

—Bueno, yo era parte de una generación que veía cómo a veces la academia se metía demasiado en la política, que no está mal, pero a veces se mezclaban estas cosas de hacer análisis y participar activamente…

—Y hacer política.

—Y hay muchas formas de hacer política. Desde hace muchos años aporto a candidaturas, promuevo y participo en escuelas de formación política, pero me cuidaba de no dar el salto, de meterme con más fuerza a ciertas cosas. En este caso el tema me ha tocado especialmente. En mi trabajo, en mis investigaciones, hay una demanda por un mejor Estado, por reformas, por documentar el costo y dificultad de construir pequeñas cosas. Y de repente llega un gobierno con el apoyo de un montón de sectores de izquierda sobre los que, pensaba, si bien el entusiasmo les iba a ganar iban a poner un poco más de resistencia, cuidado. Ver la entrega con la que se aceptó ese primer gabinete con alguien como Guido Bellido, la forma en que se aceptaron ministros mediocres, la manera en que ni siquiera se discutió el diagnóstico del tipo “el problema está en el neoliberalismo y ahora llega algo nuevo que tiene que ser mejor”, sin advertir que los problemas del Perú trascienden y traspasan el modelo económico, que hay cosas que cargarás aunque cuando cambies de modelo, todo eso me lleva a tener una posición más crítica, que pasa por el adelanto de elecciones. Pero no porque crea que eso será mañana…

—Ni siquiera se sabe si será una medida efectiva.

—Creo que había que elevar la valla, decirle al Ejecutivo y al Congreso que hay una posibilidad de que te saquemos, que hay una ruta, más allá de que sea muy difícil que se logre o que tome tiempo que haya más movilización. Yo sí veo el enorme problema de una solución de ese tipo. Mientras más nos acostumbremos a acortar los plazos democráticos…

—Más nos acostumbramos a la inestabilidad.

—Y a que el error se repara con más inestabilidad. Pero, a pesar de esa tensión, me inclino por ello porque desde el Ejecutivo y desde el Congreso hay una actitud de “acá no nos va a pasar nada, podemos hacer lo que queramos, destruyendo reformas, nombrando a amigos”. Y también me molesta la forma en que se dice que otros robaban más y estos son robos pequeños.

—Esa no es una excusa, desde luego.

—Es una excusa malísima. Y un gran capital de la izquierda peruana en su momento fue “nosotros no vamos a ser corruptos si gobernamos” Había un antecedente con la municipalidad…

—Con Susana Villarán.

—Era un discurso que ya tenía un gran problema, pero ver la manera en que se pasó a decir que “los otros robaron más” es problemático. Hay un costo político enorme que demuestra la debilidad de ciertos valores en ese sector.

—Retomo la pregunta, ¿existe otra salida de emergencia?

—Creo que a pesar de esa arrogancia que se ha visto, estamos en un momento de muchas posibilidades de crisis. Hay un Ejecutivo con un cierto apoyo y un Congreso que se quiere quedar, con grupos políticos con muy poca experiencia, con muchos que han encontrado el mejor empleo de su vida. Dicho esto, hay un país muy al filo en varias cosas, al filo de que la crisis alimentaria se agrave, de que los escándalos de corrupción lleven a rechazos más grandes. Entonces, la acción política es mostrar estas limitaciones, mostrar un camino de salida y, de producirse una oportunidad, llenar esos espacios de representación con algo diferente.

—¿El Congreso podría sobrevivir a una caída del Ejecutivo?

—Es imposible que el Congreso pueda sobrevivir a una caída del Ejecutivo. Los que creen eso en el Parlamento son realmente ingenuos. Creer que un Congreso con 6 o 7% de aprobación va a poder aguantar el malestar que implica la salida de un gobierno…

—Está fuera de la realidad.

—Así es. Mire, algo importante es que las personas que extrañan algo de orden en la política, no los extremos que creen que pueden tomar el poder, si no las izquierdas o centro-derechas o derechas que sí creen en la articulación, hagan eso: articulen. Tienen que dejar de soñar con el candidato que se saca la lotería y gana la elección. Para gobernar este país es este contexto, con esas otras fuerzas que vemos en el Congreso y que van a mantener representación, tienes que tener bancadas de razonable tamaño y oposiciones con las que se pueda hablar. Sin eso, caes en manos de los grupos más duros. No es solo un pedido a la conciencia. Estos grupos están haciendo lo posible por destruir a los espacios de oposición, criminalizando a otros sectores, cuestionando a quienes no han tenido denuncias de corrupción. Cerrón llama “caviar” a todo lo que le puede hacer sombra. Y el fujimorismo y Rafael López Aliaga tampoco están de acuerdo con una derecha más democrática, a la que también acusan de “caviar”. Por eso, hay un asunto de supervivencia. No es solo invocar al altruismo.

—Y también se necesita movilización ciudadana, ¿cierto? ¿Qué espacio político se va a llenar si no hay presión para acelerar ese proceso?

—Hay que estar listos por si se desencadena ese proceso, para llenar esos espacios. Mantener una agenda. Por supuesto que frustra, ¿no? Tienes a un Partido Morado con inscripción y lo sientes sin ninguna capacidad de convocar, de traer gente nueva. Por el contrario, los ves quedándose con lo que ya tiene. Es difícil. En muchos casos, revitalizar un partido requiere reconocer que con la gente que tienes no alcanza. Claro, es lógico que el partido diga que si se rompieron la espalda buscando firmas…

—Quieran morir en su ley.

—Claro, pero si quieren tener éxito…

—Tienen que abrir la cancha, y eso aplica para todos los partidos.

—Para todos. Esta elección a Lima estaba como para que un candidato medianamente atractivo gane una elección y terminamos con candidaturas extremadamente mediocres y votando por el menos malo. Para muchos, López Aliaga es su “menos malo”, finalmente los representa mejor que otros. Urresti lo mismo. Pero hay otros grupos que no encuentran representación. Esos grupos no están siendo representados, ni una derecha, ni una centroderecha, ni una izquierda.

—Me parece necesario decir que, en todo este debate, solemos olvidar a quienes sí se sienten representados por Castillo. Es la cuarta parte del país, aproximadamente. Eso dicen las encuestas.

—Sí, que todavía aprueba (a Castillo), o se identifica con el cargamontón que se le hace. O quizás haya nociones de que la corrupción es por intentar haber llevado cosas a su gente. Por eso, creo que es un debate político. Un adelanto de elecciones es una decisión difícil. Me parece injusto cuando dicen que el que lo pide con votación en el Congreso y referéndum es golpista. No pues. Hay un procedimiento legal. Por supuesto, en el mundo ideal un mal gobierno no tendría por qué ser sacado. Lo que pasa es que estamos ante uno que, desde el primer día, hizo lo posible por aprovecharse del poder: cuoteos, amiguismos, ventajas para los cercanos y destrucción de las pobres capacidades que existían en el Estado. No veo esto como romanticismo. Es una posibilidad de construir mejores espacios de representación y de dejar un anuncio a los que gobiernan: hay una agenda de salida que los va a presionar para que, al menos, tengan un poco más de cuidado con sus actos.

—¿Le ve alguna posibilidad electoral a Antauro Humala?

—Sí. En situaciones normales, dirías que Antauro pierde en segunda vuelta con cualquiera.

—Lo mismo dicen de Keiko Fujimori.

—Pero en un país polarizado, no hay que descartar a Antauro en segunda vuelta con un candidato muy resistido y odiado por la población. Y en un espacio tan fragmentado, Antauro, tranquilamente, puede tener 15 a 20%. Él es otra clarinada de alerta para que los sectores democráticos de izquierda y derecha articulen, que no tengamos a 17 reyezuelos minúsculos buscando sacarse la lotería de la segunda vuelta. Este país ya no se puede gobernar sin equipos amplios y sin una representación bastante fuerte en el Congreso. A Antauro hay que verlo con preocupación, pero sería un error verlo con histeria y miedo de que es algo inevitable.