Incluso antes del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, el general Augusto Pinochet estaba convencido de que los militares peruanos planeaban invadir Chile para recuperar los territorios que perdieron durante la Guerra del Pacífico, de acuerdo con las actas de las sesiones de la Junta Militar pinochetista, que se instaló luego del bombardeo de la Casa de la Moneda para desalojar al presidente Salvador Allende.
A Pinochet le preocupaba que el general Juan Velasco Alvarado intentara atacar, mientras los militares chilenos se encontraban ocupados en detener, asesinar y desaparecer a los opositores. Para el general chileno, el desbalance de armamento a favor de Perú, que se produjo con la adquisición de moderno equipamiento bélico de fabricación soviética durante el mandato de Velasco, confirmaba las intenciones de los militares nacionalistas peruanos.
Esto explicaría por qué Pinochet envió al Perú un contingente de 16 espías de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). Como informó La República, a partir de documentos secretos publicados por el Centro de Investigación Periodística de Chile (CIPER), el 28 de noviembre de 1974, un grupo de agentes de la DINA recibió pasaportes para viajar a Lima. Por esas fechas, de acuerdo con las actas de las sesiones de la Junta Militar de Chile presidida por Pinochet, el principal objetivo era conocer al detalle el alcance del poderío militar peruano y determinar hasta qué punto eran reales las intenciones de Velasco de incursionar en Arica.
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Pinochet compartió sus resquemores con funcionarios del Gobierno de Richard Nixon, que lo había apoyado para consumar el golpe contra Allende.
“Se estima que los temores del ejército chileno sobre una invasión de Perú o Bolivia son reales. Estos temores se basan en el supuesto de que estos dos países no pasarían por alto la ocasión de aprovechar la posición debilitada de Chile, para recuperar el territorio perdido en las guerras del Pacífico”, reportó un diplomático estadounidense sobre una reunión que sostuvo con Pinochet y otros jerarcas militares chilenos, el 21 de agosto de 1973, en Santiago, pocas semanas antes del golpe. Se trata de un cable secreto que pertenece al archivo de documentos desclasificados que ha publicado CIPER Chile, bajo el nombre de ‘Papeles de la Dictadura’, con ocasión del 50.° aniversario de la asonada pinochetista.
Las actas de las sesiones de la Junta de Gobierno presidida por Pinochet registran los esfuerzos de la dictadura chilena por buscar el apoyo de los Estados Unidos para la adquisición de armamento, con la finalidad de equiparar a los peruanos que se habían abastecido con 200 tanques T-55 soviéticos, que empezaron a llegar, justamente, en 1973.
Pinochet. Le pidió a Nixon parar al general Velasco, pero al mismo tiempo le requirió tanques, aviones y navíos. Foto: difusión
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En la sesión del 18 de octubre de 1973, el almirante José Toribio Merino, miembro de la Junta Militar, mencionó la enorme ventaja del equipamiento bélico del Perú: “El señor almirante Merino informa la inconveniencia que representaría por ahora la compra en USA (Estados Unidos) de dos destructores, ya que tendría que ser reconsiderada en el Parlamento (norteamericano), donde el ambiente para Chile no es bueno. Habría que postergar hasta julio, lo que significa quedar en una desproporción de 1 a 3 con respecto a Perú”.
Pinochet y Velasco intentaron mantener la calma públicamente. Pero fue muy difícil, como se describe en el siguiente episodio: “Se hizo presente al Embajador del Perú que las declaraciones del señor presidente Velasco eran muy peligrosas y que lo más conveniente era hacer una aclaración para modificar el clima que se estaba formando”, expuso el canciller chileno, almirante Ismael Huerta Díaz, en la sesión de la junta del 2 de abril de 1974: “Al día siguiente respondieron el presidente Velasco y el premier (Edgardo) Mercado Jarrín en el sentido de que no querían la guerra con Chile. Con esto ha bajado la (p)sicosis y se ha logrado el objetivo”.
La situación de “psicosis”, sin embargo, continuó.
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En la sesión del 15 de abril del mismo año, el comandante general de la Armada chilena, almirante José Toribio Merino, expresó su desaliento porque la junta desconocía qué tipo de armamento había comprado el general Velasco a los soviéticos, que estimaba en US$1.000 millones: “El señor almirante Merino manifiesta que (...) si nosotros en este momento queremos saber cuánto ha gastado Perú en los últimos cinco años, no hay ningún documento donde encontrar la cantidad; solo se sabe por intermedio de los vendedores de armas, que han gastado alrededor de 1.000 millones de dólares”.
Durante 1974, el armamento soviético adquirido por Velasco prosiguió desembarcando en el Perú, por lo que la junta chilena buscó el respaldo del presidente Richard Nixon para, primero, detener los presuntos planes de guerra del general Velasco, y segundo, conseguir tanques, aviones y navíos, y así alcanzar el equilibrio militar. Por lo que Pinochet encargó al embajador chileno en Washington, el general FACH (r) Walter Heitmann, obtener el apoyo de Nixon.
En la sesión del 13 de mayo de 1974, Heitmann hizo un informe a Pinochet que confirma que la cúpula chilena estaba muy atemorizada por la posibilidad de un conflicto armado con el Perú. Y requirió a los miembros de la junta a no filtrar detalles de las negociaciones con Nixon de comprar equipamiento bélico, para que los opositores del presidente estadounidense, los demócratas, no impidieran la operación.
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“Por eso, solicito que todo este trámite de los aviones, de los barcos y de los tanques se pudiera tratar de manera que no se difunda mucho, pues si esto llega a conocimiento de los parlamentarios en Estados Unidos, como el señor (senador Ted) Kennedy y otros, pueden llegar a presentar una moción -eso sí que lo pueden presentar- para torpedear la entrega”, dijo Heitmann.
El embajador Heitnmann explicó que la situación resultaba muy complicada por la crisis política que afectaba al presidente, debido a su implicación en el caso de espionaje contra los demócratas, que se conoció como Watergate.
“Él (Nixon) se siente cohibido en aprobar este asunto. Sobre todo, las últimas compras para la Fuerza Aérea en especial y para el Ejército, que son de magnitud y se relacionan con problemas de Perú y Chile”, se lee en el acta: “(Henry) Kissinger me pidió manifestar a la Junta (...) que la autorización para vender los (aviones) F5, los tanques y los barcos, a mi modo de ver, después de todas las críticas hechas a Estados Unidos, significa un paso bastante valiente; sobre todo, considerando que, si esto se hace público, va a crear una tremenda reacción”.
Velasco. Negó a los chilenos que preparaba una invasión, pero siguió comprando abundante armamento soviético. Foto: difusión
Entonces, el almirante Toribio preguntó a Heitmann “si está consciente el gobierno de Estados Unidos de la situación con Perú”, en evidente alusión a la situación de tensión que existía.
“Totalmente”, respondió Heitmann, e hizo referencia a una conversación con un alto funcionario de Nixon, que era su amigo: “Le señalé la importancia que esto tiene (la compra de armas) y le expliqué que los pedidos de Chile no son porque sí, sino porque hay una necesidad imperiosa. Y si ustedes -les dije- pueden actuar para frenar esto, Chile sería el primer país en retractar sus adquisiciones (de armas)”.
Para mala suerte de Pinochet, el 9 de agosto de 1974, Nixon tuvo que renunciar por el caso Watergate. Tres meses después, envió un equipo de espías de la DINA al Perú en una misión secreta, todavía plenamente desconocida.
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El temor de Augusto Pinochet se acrecentó cuando el dictador Juan Velasco Alvarado dispuso, en el desfile militar de 1974, la exhibición de parte del armamento soviético.
En la sesión de la Junta Militar del 5 de agosto de ese año, Pinochet recibió un informe de inteligencia de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) sobre los equipos bélicos peruanos: “En diferentes formas, los proyectiles se vieron y fueron anunciados como ‘proyectiles SAM 3’, soviéticos, que persiguen al avión hasta que lo destruyen. Después de analizar este video, quedó fehacientemente comprobado que no son tales”.
Era cierto. Sin embargo, los misiles SA-3 Goa, del sistema soviético Pechora, llegaron a Perú entre 1978 y 1979.
Las actas de las sesiones de la Junta Militar de Pinochet describen la preocupación del régimen chileno ante las compras de equipos bélicos soviéticos por parte del Gobierno del general Juan Velasco Alvarado, que fue interpretado como parte de un plan para intentar recuperar los territorios perdidos en la Guerra del Pacífico.