Hemos pasado de una etapa en donde las elecciones adelantadas parecían inevitables a otra en que el desgaste de las movilizaciones le estaría dando un respiro al Ejecutivo y al Congreso. En esta entrevista, el docente e investigador de la Universidad de Lima, Hernán Chaparro, responde sobre la situación actual del país.
—Hace unos meses las elecciones adelantadas parecían inminentes. Hoy el escenario es otro. ¿Cómo se puede explicar?
—Claramente es una situación, comparativamente hablando, más favorable a un Gobierno de emergencia constituido legalmente, pero que perdió rápidamente legitimidad ante tantas muertes. Lo que ha ocurrido es que los actores que podían decidir sobre el tema como el Congreso y el Ejecutivo han decidido que la legitimidad no es algo que les interese. Han colgado la legitimidad por ahí, se apoyan en la legalidad que sí existe o en que la Fiscalía investigue. Lograron entre cansancio y represión acotar la movilización de protesta hacia el sur.
—Ha perdido fuerza la protesta.
—Ha habido dificultades para poner su agenda debido, por ejemplo, a la emergencia climática. Pero el saldo para el conjunto del país es el de una apatía y anomia de las instituciones políticas hacia la demanda ciudadana. Borrell lo acaba de decir en la Unión Europea, que hay un quiebre total donde la capacidad de representación del Ejecutivo y Legislativo…
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Responsabilidad. El papel de Boluarte en los asesinatos tendrá que ser dilucidado en el futuro. No le conviene irse antes. Foto: Jhonel Rodríguez/La República
—Está licuada.
—Y las consecuencias de eso no se ven al corto plazo. Era también obvio que en términos de la estructura económica, en Puno, donde hay una alta vinculación con la economía informal, habría mayor resistencia que en Cusco, por ejemplo. Pero lo que no hubo eran los caudales de dinero interminables que se denunciaban. De ser así, hubiesen tomado Lima en serio. Una vez más, estos sectores de derecha radical que se inventan sus propios miedos y tienen mentalidades autoritarias crearon una suerte de…
—¿Fantasía?
—Fantasía de gentes que llegarían del sur a Lima financiados por bolivianos, el narcotráfico y todas las maldades del universo. Lo que ocurrió fue que agotados los recursos tuvieron que replegarse. No había Soros, no había toma del poder.
—Y ya no se habla de Sendero y su retorno.
—Esos cucos, ¡chau! Pero en Puno, en el sur, la visión que se terminó instalando es la de “ustedes no nos representan”. Todas las encuestas señalan que el nivel de aprobación del Congreso es bajísimo, aunque, claro, no les importa. Están acostumbrados a vivir con eso. Por otro lado, se ha instalado una cultura de desinformación, de interpretación interesada muy cargada de violencia, sobre todo desde la derecha radical.
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—Sobre esto último, escribió hace unas semanas sobre la polarización afectiva. ¿Cree que eso vivimos en el Perú?
—La típica polarización afectiva refiere, en la politología anglosajona…
—A la anulación del que piensa diferente a ti.
—En función a identidades políticas. Eres un republicano y eres un asco, eres un demócrata y eres un comunista. Sin embargo, en países como el Perú, me parece que la particularidad de la polarización afectiva es que no descansa sobre identidades partidarias. De eso habla el politólogo español Mariano Torcal. Dice que en países donde hay una historia de fragmentación étnica, social y regional, esta polarización es más compleja porque se cargan todas estas tradiciones, estos abismos de los que hablaba Basadre, como Lima versus provincias. A eso, las redes sociales…
“Un tardío reconocimiento del rol de las emociones en las ciencias políticas y sociales puede llevar, en algunos casos, a idealizar el rol de lo emocional...”. Foto: difusión
—Hacen lo suyo.
—Toda esta atomización del sistema de comunicación a nivel mundial contribuye a complejizar más las cosas en un país ya fragmentado. Creo que eso nos impacta mil veces más.
—Si nuestra polarización no es partidaria, ¿sería una polarización étnica, regional?
—Étnica, regional. Creo que esas dos están sobre la mesa.
—¿Y no hay una polarización política? Porque, por ejemplo, para la ultraderecha todo lo que no sea como ellos piensan que es comunismo.
—Sí, pero esa es una polarización tuitera, muy de redes, muy del activismo en redes sociales. Con un colega, Fernando Ruiz, acabo de terminar un estudio sobre polarización. Es una muestra urbana, es verdad, aunque a nivel nacional. Se ve que hay polarización afectiva, sin embargo, no es tan alta.
—¿Se concentra en redes?
—En primera instancia, como hipótesis, estaría más activa en quienes tienen presencia en redes sociales. Es decir, mientras más te expones a información política, la polarización aumenta. En todo caso, entendiendo que lo esencial de una democracia es la cultura democrática y no tanto el ordenamiento jurídico legal…
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—Lo esencial es entendernos entre nosotros a pesar de nuestras diferencias.
—La capacidad de renunciar a ciertos intereses, reconociendo los de otros, para alcanzar objetivos en común vía la negociación, el debate. Dicho esto, la polarización afectiva es la renuncia al pensamiento, es el monumento al estereotipo. El no pensar te lleva a la violencia, y eso es lo peligroso: que terminas generando un clima en el que la violencia verbal gana espacio y luego se puede pasar a la violencia física.
—Violencia física es lo que hemos tenido precisamente en estos meses recientes.
—Por eso, la lenidad, la indiferencia respecto a las personas que han muerto en el sur es imperdonable. No hace más que normalizar el desprecio.
—Dicen que Gobierno y Congreso se quedarían hasta el 2026, salvo pase algo extremo. No se me ocurre nada peor que decenas de muertos. Lo más probable es que se queden.
—La probabilidad es alta, sí. Han desarrollado una coraza impresionante. Mire todo lo que le toleran al ministro de Educación y todas las sandeces que habla. La única posibilidad (de adelanto de elecciones) es que por una extraña razón Ejecutivo y Legislativo se peleen.