El periodista Paolo Benza ofrece una interesante lectura sobre la estrategia del Gobierno de Pedro Castillo que, de acuerdo con su opinión, le está permitiendo consolidar una base mínima de apoyo popular, entre un 20% y 25%. Señala que en la oposición del Congreso no existe ninguna figura que pueda conectar con la gente, lo que la vuelve inocua.
—Señala que el Gobierno desarrolla una estrategia para mantener un mínimo de popularidad. ¿No es un exceso de generosidad llamarlo estrategia?
—Pero la estrategia no necesariamente necesita un papel escrito con los puntos uno, dos, tres y cuatro; tiene mucho de intuitivo. Castillo tenía una estrategia muy clara en campaña y ahora también. Es alguien con mucha capacidad de pensamiento estratégico político y sabe administrar muy bien los sentimientos colectivos.
—¿En qué se basa esa estrategia? ¿En mantener ese 20% a 25% como su línea de base?
—Su línea de base, con lo que va a trabajar. No necesitas más de un 20% a 25% siendo un presidente que no tiene al Congreso respirándote en la nuca. Vizcarra por ejemplo tenía un Congreso fujimorista que lo quería vacar y sí necesitaba una aprobación por encima del 50%, algo inusual. No recuerdo una aprobación así ni siquiera con Alan García cuando la economía -aunque no necesariamente por mérito suyo- era boyante. Y es inteligente de parte de Castillo darse cuenta de eso. Mucha gente piensa “está cayendo”, “tres de cada cuatro lo desaprueban”…
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—Para todo lo que le llueve, una cuarta parte de aprobación no es desdeñable.
—Exacto. Toledo bajó a un dígito y sus escándalos eran mayormente personales. Castillo se mantiene en un 20% con escándalos que son personales y políticos. Y puede subirlo. Él utiliza el discurso. No es bueno en la gestión, pero sí es buen político electoral. Él y sus voceros, como el premier Torres o Alejandro Salas, salen constantemente con el mismo discurso: los poderes fácticos, las grandes empresas, lo que está al frente me discrimina, lo que está al frente no solo es racista, sino que me odia por lo que soy, etc. Eso provoca un sentimiento fuerte en personas que han vivido la discriminación en carne propia. Piensa en el último video de un blanco discriminando y genera un sentimiento potente, distinto al que puede generar saber que el Gobierno está metido en corrupción.
—Maricarmen Alva jaloneando a Isabel Cortez.
—Eso dispara un sentimiento de indignación más fuerte que un papel que demuestra algo irregular, por más que una cosa sea más grave que la otra. Se la ponen muy fácil. Tú miras los rostros de la oposición y parece que fueran los opositores del PSOE en España. ¿Qué rostro no blanco protagonista tienes en la oposición?
—¿El Gobierno busca consolidar su bolsón con las actividades en Palacio a donde asisten mineros informales, ronderos?
—Sí, veo dos caminos. Uno con los sindicatos, aunque en el Perú son débiles. Sin embargo, el Mintra está sacando normativas que alientan la sindicalización. Y, por otro lado, más potente, están las organizaciones de base. La gente piensa que los ronderos se van a convertir en milicias armadas, una estupidez. Vas a cualquier parte de la sierra norte y son autoridad, personas que respetas porque mantienen el orden…
—Por el miedo también los respetan.
—Por cierto, la autoridad se puede respetar por miedo. Y por el lado de los mineros, es una buena estrategia porque en casi todo el Perú hay minería informal y artesanal. El poder político local que tienen los pequeños mineros es potente. Podría seguir replicándolo con otros grupos, como las organizaciones del vaso de leche.
—¿Que la economía muestre cierta mejora no favorece también al Gobierno?
—Los buenos resultados de este trimestre son circunstanciales y vamos a ver si se sostienen en el tiempo. El PBI de junio es, en buena parte, gracias al cobre. En el campo el empleo está creciendo, pero en ciudades hay menos empleo formal urbano que antes de la pandemia. Aparte, la inflación, que te come el bolsillo, está desbordada. Le da un aire (al Gobierno) que el PBI crezca un poco más, que la gasolina esté bajando, aunque no creo que eso se consolide como una tendencia positiva.
—¿Suscribe la idea de que lo que sostiene al Gobierno es la actitud de la oposición?
—Es parte, sin duda. La oposición ha sido muy precoz en sus intentos de vacancia. Y calza muy bien en este discurso de “lo quiero vacar porque es un campesino”. Y la razón más importante, me parece, es que tienes una oposición que no tiene arraigo popular de ningún tipo. Los congresistas llegan por redes clientelares, con 25 mil, 30 mil votos, si es que tu partido tiene arrastre de símbolo. Si Vizcarra estuviera en el Congreso, tendría más capacidad para movilizar a la gente contra Castillo. Como no hay nadie que tenga llegada con la gente, la oposición en el Congreso es inocua.
—Inofensiva. Se vio con el premier Torres en el Congreso el jueves. En un momento les dijo: “Si no les gusto, me pueden sacar”. Y el silencio fue…
—Atronador. Es que no pueden. Lo mismo se vio en el mensaje a la nación. Es un gesto vacío pararte e irte. Lo que ese gesto dice es que es lo único que pueden hacer, que no tienen capacidad para juntar los votos.
—¿Entonces cree que lo más probable es que se mantengan ambos, Ejecutivo y Legislativo? Salvo una situación económica muy difícil, muy precaria, que tampoco nadie desea.
—Veo tres posibilidades. La económica, que calienta lento y tiene para unos meses. O que el escenario judicial tenga algo concreto, mediáticamente potente, como un video o una nota firmada por Castillo o un fajo de dinero. Es difícil, pero no se puede descartar. Y lo tercero es que haya una crisis alimentaria porque no se pudo traer la urea. Simbólicamente, la urea es la derrota más grande del Gobierno, lo pinta como totalmente inútil. Ha hecho tres licitaciones, la última se le acaba de caer. Que un Gobierno que decía que llegaría al poder para defender a los campesinos, a un sector históricamente postergado, no pueda traer fertilizantes en una sola compra, es la derrota simbólica más grande. Que eso se traduzca en inflación disparada por escasez de alimentos sí puede mover a las grandes ciudades.