Tras los trending topics. Ya son tres veces que las redes sociales convocan a multitudinarias protestas ciudadanas. Pero la cosa es mucho más complicada que apretar el botón de “enviar”. Detrás de las movilizaciones hay otras redes, más viejas y no tan digitales, que ahora tienen una nueva misión: canalizar la indignación ciudadana., Marco Sifuentes. INFOS. A la 1:09 de la tarde del miércoles 17 de julio, los congresistas sellaron su suerte: 93 votos a favor de lo que en las redes sociales se conocía como la #repartija . La indignación estalló inmediatamente. Alguien en Twitter –no está muy claro quién– convocó a una protesta frente al Congreso. A las 2:09 de la tarde, exactamente una hora después, la periodista Claudia Cisneros envió un mail a un pequeño grupo de amigos y colegas. El correo no tenía contenido, solo un título: “¿Quiénes van a las 5pm? ¿Dónde nos juntamos? Hablen ahora o callen para siempre”. El correo fue clave para la mínima organización que tuvo la protesta de ese día y para las redes que se tendieron con miras a las dos siguientes. Desde entonces, ciudadanos comunes y corrientes han esquivado gases lacrimógenos junto a sindicalistas, apristas, artistas, ppkausas, activistas e izquierdistas. Estas son las historias de cómo todos ellos se articularon (o no) para torcerle el brazo no solo al gobierno, sino a la clase política. #17J Ese día, Rocío Silva Santisteban, secretaria ejecutiva de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, se encontraba en Cusco para dar un taller. No tenía cómo seguir los acontecimientos en el Congreso por televisión, pero sí en el Twitter de su iPhone. A medida que la votación continuaba, la indignación se viralizaba. Varios pedían salir a la calle pero nadie se ponía de acuerdo en la fecha. Alguien dijo que tenía que ser ese mismo día, a las 5 de la tarde, en el Congreso. La idea inmediatamente prendió en los tuiteros, pero Silva Santisteban, ducha en materia de protestas en el Centro de Lima, sabía que no iba a funcionar. –Al Congreso no dejan entrar, por eso pre concentración en la Plaza San Martín –tuiteó desde su cuenta @pavese . Para entonces ya eran más de las 3 de la tarde. Viejos activistas le dijeron a Silva Santisteban que era absurdo no solo convocar a una marcha a las 2 de la tarde para que vayan a las 5, sino que era incluso peor lo que ella estaba haciendo: cambiar la locación con menos de dos horas de anticipación. Pero en la pequeña cadena de correos creada por Claudia Cisneros se captó la señal de alerta. Efectivamente, era mejor convocar a la Plaza San Martín que, además, tenía muy cerca un paradero del Metropolitano. Inmediatamente, Cisneros, que tiene más de 130 mil seguidores, retuiteó a Silva Santisteban. Así se juntaron unas 2 mil 500 personas ese día en la Plaza San Martín. Indignadas, convocadas y relocalizadas principalmente a través de Twitter y Facebook . La Coordinadora confeccionó una gran banderola que decía “Vergüenza Nacional”, que fue el elemento unificador. Hubo un intento de movilizarse por el Jirón de la Unión pero los gases lacrimógenos lo impidieron. De pronto, aprovechando un descuido de la policía, un grupo de no más de 100 personas llegó hasta la Plaza de Armas. En el patio de Palacio, el Coro Nacional de Niños presentaba un Recital de Gala. La policía, en su afán por dispersar a los manifestantes, terminó gaseando colateralmente al coro. Niños e invitados huyeron, tosiendo y llorando, de la gala. –Al menos le jodimos el evento a Nadine –dijo el actor Jason Day , recuperándose de los gases. Day también era parte de la cadena inicial de correos de Claudia Cisneros. Mientras regresaba a su casa, desde el celular, les mandó un mensaje: “Mañana deberíamos volver. Más gente, más fuerza, más bulla (y pañuelos con vinagre)”. #22J Al día siguiente, jueves, no volvieron a las calles pero sí se juntaron en la casa de Cisneros. De los correos habían pasado a un grupo en Whatsapp, mucho más veloz, con nuevos convocados del Twitter. Entre otros: el publicista Carlos “Kño” Zúñiga, para pensar en iconografía y estrategias de difusión; Andrea Ipinze, de la plataforma cultural Sientemag, que sería la articulación con distintos grupos de artistas, y Gio Infante , presidente del MHOL, que podía juntar sus propios reclamos a las movilizaciones. También acudió un representante de la Coordinadora, que había fijado una fecha para el próximo plantón en la Plaza San Martín: el lunes 22 de julio. Silva Santisteban era la más entusiasta con lo sucedido el día anterior. Hacía solo unas semanas, en este mismo diario, había publicado una columna titulada “¡Indignaos!”. El título era una referencia al libro del francés Stéphane Hessel que inspiró a los Indignados españoles. Abrigaba la no tan secreta esperanza de replicar el fenómeno en el Perú el 4 de julio, durante una marcha convocada por la CGTP; lo que no ocurrió. Ahora la historia era distinta. Desde el mismo 17, la Coordinadora empezó a, efectivamente, coordinar a distintos grupos para el 22. –Nosotros convocamos, no lideramos –aclara Silva Santisteban. Eso quedó claro en la reunión. La idea de la Coordinadora, de ir todos “de negro” porque la democracia estaba “de luto”, fue gentilmente ignorada por el grupo de Cisneros y Day, que prefería una aproximación menos solemne. Por ejemplo: la adopción de la lagartija como símbolo, a raíz de una velozmente popularizada rima del caricaturista Heduardo con “repartija”. El otro consenso era que no se podía esperar al lunes, que los ánimos podían decaer. Así surgió la idea de acciones simbólicas en el puente Villena y en la calle Capón, que atrajeran cámaras de los medios y que sirvan para convocar al #22J. En el puente Villena, dispuesto a unirse al grupo Lagartijos, llegó un pequeño contingente de apristas. Habían sido convocados por Eli Castelo, secretario nacional adjunto de tecnologías de la informacion y uso de redes sociales del Partido Aprista, que también tiene un pequeño grupo en Whatsapp en el que coordina lemas y acciones con sus compañeros. Pertenecen al ala de Carlos Arana. Ellos son los que protestaron frente a la casa de Pilar Freitas y también habían acudido el 17 a la Plaza San Martín, de donde fueron expulsados por el resto de manifestantes. Amparados en el hecho de que sus congresistas se habían opuesto a la repartija, los apristas intentaron ofrecer una rama de olivo a algunos de los colectivos indignados. Todos los rechazaron. Siguieron insistiendo. –El partido no puede dejar de estar en la calle por culpa de un sectarismo de masas –dijo Castelo a sus compañeros. Durante días mantuvieron la esperanza de generar lo que el candidato fujimorista al TC Rolando Sousa llamó “una alianza aprocaviar”. No funcionó. Igual, el Comando Universitario Aprista, proveniente de la Villarreal, se apareció el 22 de julio, intentando no llamar demasiado la atención sobre sus símbolos pero en primera línea para recibir los gases de la policía. De hecho, uno de los diez detenidos en esa jornada, supuestamente por agredir a la policía, era aprista: Joshadi Zelada, un tuno de la Villarreal. —¡Cómo lo van a detener si es tuno! –dice uno de sus compañeros–. No le pega ni a uno de tránsito. A la convocatoria del 22 acudieron poco más de 5 mil personas. Para entonces ya era una amalgama de reclamos y organizaciones, desde el Movimiento de Trabajadoras Sexuales hasta la Red en Defensa del Patrimonio Cultural. El 27 sería una historia distinta. #27J La convocatoria del 27 de julio había sido planteada, varias semanas atrás, por la CGTP y otras centrales sindicales. Esto despertó los recelos en varios de los colectivos que habían acudido a las dos anteriores. Por ejemplo, los PPKausas, organizados en grupos cerrados de Facebook y que participaron el #22J, asumen que con la elección del nuevo presidente del Congreso se cierra un capítulo y no hay más por qué protestar. Dirigentes estudiantiles de distintas universidades también consideraron la posibilidad de no participar en una convocatoria sindicalista. Lo mismo, algunos colectivos de artistas. Hasta el lugar de la convocatoria, la Plaza Dos de Mayo, asociado más a las luchas sindicales, fue motivo de discrepancia. Aquí la Coordinadora volvió a jugar un rol clave en atemperar las cosas. Convocaron en su local, en distintas reuniones, a dirigentes de diversos colectivos, sindicalistas e incluso miembros de algunos partidos “que no están en el poder”. –Estamos hartos de esta manera de hacer política de espaldas a los ciudadanos –dice uno de los dirigentes ciudadanos que acudieron a las reuniones–. Ese fue el elemento aglutinador. Al inicio, fue difícil que la gente de la Coordinadora entendiera las mecánicas de las redes sociales. La tuitera más activa era la misma Silva Santisteban pero la mayoría de su personal no tenía ni idea de qué demonios estaban hablando los demás cuando escuchaban terminología de las redes. Sin embargo, ya para la segunda marcha la Coordinadora había establecido la etiqueta que serviría para unificar y hasta bautizar el fenómeno: #tomalacalle. Los encargados de difundirla en redes sería el grupo Lagartijos. Mientras tanto, el gobierno intentó desactivar esta convocatoria de raíz. El miércoles, en el local del CUT, a espaldas de la Plaza Grau, dos funcionarios de la PCM se reunieron con representantes de distintas centrales sindicales, salvo la CGTP, para intentar disuadirlos de su jornada de lucha. Discutieron durante dos horas y terminaron retirándose entre abucheos. A pesar de también guardar recelos contra la CGTP, estas centrales (CUT, Cite, CTE, etc.) decidieron preconcentrarse en el Campo de Marte el 27 de julio. A ellos se les unieron los apristas de la CTP y los sindicatos médicos en huelga desde hace semanas. Al final, la cobertura de las dos convocatorias anteriores animó a todos los grupos, con los más distintos reclamos (incluso la Trinchera Norte se hizo presente), a juntarse en el #27J. Algunos calculan casi 10 mil manifestantes en total. Eso quiere decir que cada marcha duplicó a la anterior. Jason Day, como todos los consultados para esta nota, no sabe qué pasará después del 27 de julio. Por el momento, más movilizaciones, no. Por el momento. Lo importante, para él, es haber encarado a los políticos que orquestaron la repartija. –No son malas personas, pero creen que así es la política –dice el actor–. Simplemente les estamos diciendo que no, que así no es la política.