
La vida del reportero Seymour Hersh cambió para siempre cuando el jueves 13 de noviembre de 1969 una treintena de periódicos estadounidenses publicaron en primera plana su investigación sobre un espantoso crimen que el gobierno de Richard Nixon mantenía en secreto: “Un teniente del Ejército es acusado de asesinar a 109 civiles”. Más de 56 años después, Hersh sigue trabajando en grandes destapes que incomodan al poder.
Hersh sabía que no le perdonarían no solo haber revelado el brutal crimen en una aldea campesina de Vietnam con un estimado final de 400 víctimas, gran parte ancianos, niños y bebés, sino también haber evidenciado las acciones de encubrimiento de las autoridades, encabezadas por el propio Nixon, para hacer creer que el homicidio fue perpetrado por el teniente William Calley en un acto de “locura”. Era una completa mentira.
Estaba dedicado a escribir el libro Cover-Up (1972), precisamente sobre las maniobras de la Casa Blanca, el Pentágono y el Ejército para encubrir los homicidios de My Lai, cuando el lunes 19 de junio de 1972, los reporteros del diario “The Washington Post”, Bob Woodward y Carl Bernstein, publicaron la primera entrega de una investigación sobre una operación de espionaje contra el candidato presidencial del Partido Demócrata. La conspiración estaba dirigida por el entorno íntimo del presidente republicano Nixon, quien postulaba a la reelección. Era el caso Watergate. A fines de ese año, agotado de lidiar con los militares, Hersh le pidió al editor del diario “The New York Times”, Abe Rosenthal, que le diera un puesto. El reportero había ganado un Pulitzer por el caso My Lai, por lo que Rosenthal no dudó en aceptar la propuesta, pero no para que informara sobre el conflicto de Vietnam sino sobre Watergate.
Evidencia. Una de las fotografías que publicó Hersh sobre las torturas en la cárcel de Abu Ghraib. Foto: difusión
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A Hersh en principio no le gustó mucho que Rosenthal le asignase una investigación que pertenecía a Woodward y Bernstein, aunque luego comprendió que el “Post” estaba solo en el caso y que necesitaba que otro periódico de importancia se sumase, como el “Times”, que por cierto, parecía que no deseaba enfrentarse al mentiroso y corrupto Richard Nixon. El domingo 14 de enero de 1973, Hersh publicó el primero de varios reportajes sobre Watergate: cuatro de los cinco espías detenidos continuaban recibiendo pagos de gente de Nixon a cambio de guardar silencio. Woodward llamó a Hersh para agradecerle por ahondar en el escándalo político y por haber conseguido que el “Times” se comprara el pleito. Para Nixon y su consejero de seguridad, Henry Kissinger, implicados en Watergate y otras operaciones encubiertas, enterarse que Hersh era el mismo del caso de My Lai, tuvo el efecto de una patada en las pelotas.
Como se descubriría durante el proceso seguido a Nixon, el presidente grababa todas sus conversaciones. En un diálogo con su consejero de seguridad, Henry Kissinger, se les escucha decir:
“Nixon: Maldita sea, esta historia del ‘Times’ y la de Hersh…”.
“Kissinger: No suele decir cosas falsas…”
“Nixon: El hijo de puta es un hijo de puta, pero suele tener la razón. ¿no?”.
El reportero Seymour Hersh es rechazado por los poderosos, pero estos también reconocen que es muy bueno en lo que hace: revelar secretos.
La clave está en conseguir fuentes, pero también en que las fuentes lo busquen a uno. En cualquiera de los casos, las fuentes no hablan precisamente porque el periodista es buena gente.
“Algunas personas me detestaban pero igual me hablaron. No sé por qué. Si trabajas en el mundo secreto y hay un tipo que se molesta por lo que está haciendo, ¿por qué no me hablaría? No psicoanalizo a los que me hablan, al igual que no me psicoanalizo a mi, gracias a Dios”, explica Hersh en el documental “Cover-Up: un periodista en las trincheras” (Netflix, 2025). Laura Poitras, quien con Mark Obenhaus dirigió la película, ha relatado que desde el momento que le propuso hacer la filmación, Hersh tardó veinte años en decirle que estaba listo. Valió la pena porque el resultado hace honor a una verdadera leyenda del periodismo mundial.
Cómplices. Richard Nixon y su consejero Henry Kissinger: odiaban a Hersh. Foto: difusión
Con el caso Watergate, Seymour Hersh detectó que el espionaje político no era exclusivo del gobierno de Nixon. Una fuente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), decepcionado por el trabajo sucio que le encargaron, entregó al reportero una copia del “Plan Caos” en el que había participado. Consistió en la infiltración de los movimientos estudiantiles opuestos a la administración Nixon. El objetivo era acusar falsamente de comunistas a los líderes para apagar las protestas. El caso era grave porque la CIA está prohibida por ley espiar a los ciudadanos estadounidenses. Entonces, el reportero llamó por teléfono al jefe de Operaciones de Contrainteligencia de la CIA, James Angleton, y le dijo: “Conozco la ‘Operación Caos’”. “No solo lo negó todo sino que propuso darme dos historias a cambio de no publicar la que yo tenía”, afirma Hersh en el documental. El domingo 22 de diciembre de 1974, Hersh publicó el reportaje y ocasionó una catástrofe en la CIA y en el gobierno que quedaron en evidencia. Lección: nunca ofrezcas a un reportero de investigación una mejor historia que la que tiene.
En otra grabación, Nixon y Kissinger mencionaron a Seymour Hersh por una de sus investigaciones:
“Nixon: Este tal Hersh es un hijo de puta”.
“Kissinger: Bueno…”.
“Nixon: Puede que sea un agente comunista”.
“Kissinger: Exacto”.
“Nixon: Me impactó que el New York Times lo publicara”.
“Kissinger: Una vergüenza”.
“Nixon: ¿Qué te parece? Toda la historia, Henry, eran puras mentiras”.
Hershey contribuyó con sus reportajes a que la CIA fuera fiscalizada por el Senado y emitiera un informe secreto conocido como “Las joyas de la familia”, en el que la agencia reconoce actividades criminales en agravio de líderes extranjeros y ciudadanos estadounidenses críticos.
Nunca ha dejado de publicar este tipo de investigaciones periodísticas, habiendo cumplido 88 años el pasado 8 de abril. En lo que va de la centuria destapó las torturas y asesinatos en la cárcel de Abu Ghraib, durante la ocupación estadounidense en Irak. Y luego consiguió documentos que probaban que los altos mandos habían autorizado los actos criminales. Por supuesto, en el documental también le preguntaron por los errores que cometió: “Si alguna vez aseguré que yo era perfecto, ahora me retracto. Eso es todo. No soy perfecto”.
Seymour Hersh, el grande, ni siquiera ha pensado en la jubilación: “El día que no persiga una historia será el día de mi muerte”.
My lay. Soldados norteamericanos en la aldea donde se cometió la matanza. Foto: difusión

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