La exagente del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), entidad que era parte del aparato de asesinos, secuestradores y torturadores del régimen de Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos y el general Nicolás Hermoza, recuerda en detalle los padecimientos que soportó por una falsa acusación de haber filtrado información a la prensa.
-El Poder Judicial absolvió de responsabilidad a Vladimiro Montesinos por las lesiones graves que le ocasionaron en los sótanos del SIE. ¿Montesinos tuvo conocimiento de los hechos?
-Por supuesto que Montesinos tenía conocimiento de lo que estaba sucediendo en los sótanos del SIE, porque frecuentaba constantemente las instalaciones. Como asesor del presidente Alberto Fujimori, por supuesto que tenía conocimiento. Es terrible que los jueces lo hayan exonerado de todos los cargos, porque si soy el cerebro y digo “maten a esa persona”, y pago para que maten, ¿quién es el responsable?, ¿quién ordenó? Yo estoy 100% segura de que él es responsable.
-También fueron absueltos Carlos Sánchez Noriega, José Salinas Zuzunaga y Percy Salcedo Sandoval. ¿Ellos podrían haber actuado en su agravio, sin conocimiento de sus superiores?
-No, ellos no podían haber actuado por su cuenta. Eso sería sumamente ilógico, porque, cuando me secuestraron, me llevaron a la Inspectoría General del Ejército. Hablé con el inspector y luego con el jefe de la Dinte (Dirección de Inteligencia del Ejército), donde en ese entonces estaba el general Jorge Nadal Paiva (el número 3 del Ejército). Así que estas órdenes venían del alto mando. Yo al general Jorge Nadal le dije bien claro lo que me estaba ocurriendo en los sótanos del SIE. Y él, en lugar de decir que iba a remediar esa situación, por el contrario, me trató peor que a una criminal. Me dijo de “india”, de “chola” para abajo, y que colabore con ellos.
-¿Qué sucedió luego?
-Con Nadal Paiva hablé antes de la tortura. Durante los interrogatorios había cachetadas, jalones de pelo, golpes debajo de la mesa con el pie, patadas, porque a veces me quedaba divagando y ellos, ¡pum!, me golpeaban para que responda. Bueno, (José) Salinas Zuzunaga era el que metía golpe por debajo.
-¿Qué hechos le atribuían?
-Decían que tenían evidencias de que yo había infiltrado planes (de inteligencia) a la prensa, incluso a los periodistas a los que yo les había hablado. Pero les dije que me dieran los nombres y nunca me quisieron dar la identidad de las personas a las que había revelado los planes de inteligencia.
-En la sentencia se mencionan informes en los que se indica que usted tiene un carácter conflictivo, que tiende a exagerar y que manipula información, por lo que no sería creíble su versión de los hechos.
-Lo que me parece es que le faltó firmeza al Poder Judicial para sancionar de manera ejemplar a estos responsables del daño irreparable ocasionado a mi persona. Yo tengo quemaduras en las manos, en los pies, en las piernas, en la espalda. Y estas heridas están probadas por los especialistas de medicina legal. Ellos han venido, me han auscultado, han sido cerca de seis médicos, si no me equivoco. Han constatado las heridas, las cicatrices, las quemaduras. Han visto todo esto. Yo solamente he dicho que he sido torturada y ellos han comenzado a ver hasta dónde llegaron las torturas. Han visto las quemaduras. Y, si hubo legrado, el legrado fue por la violación. No se trata de lo que yo diga.
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-Sobre el tema de la violación, también se cuestionó que no la haya denunciado desde un principio. ¿Por qué no lo hizo?
-Como mujer, como madre en ese entonces, ¿de qué manera iba a decir que me habían violado? Yo lo callé, sí lo callé. No quería echar más sal a la herida. Pero cuando estuve en México, y comprobé que seguían detrás de mí, de mis hijos, yo tuve que decir que había sido objeto de violación. Al hablarlo me sentí en paz porque ya no podía callarlo.
-El tribunal concluyó que no quedó probado que tu enfermedad haya sido consecuencia de las agresiones recibidas en el sótano del SIE. ¿Qué secuela presenta usted del secuestro y tortura?
-Yo tengo lesión medular. Eso me lo han originado en el sótano (del SIE) porque me golpeaban, me pateaban en la espalda, en la barriga. Pero usaban almohadones, esos cojines de sofá.
También utilizaron un cautín eléctrico para quemarme. Yo me arrastraba en el suelo. Llegó un momento en que yo ya no me paraba. No sé en qué instante fue, pero no me paraba. No tenía fuerzas. Trataba de arrastrarme para que no me quemen y me iba a un rincón. Ahí empezaban a quemarme los pies. Ellos se ‘sadiqueaban’, se reían, gritaban, vociferaban. La lesión me la originan en el sótano (del SIE), pero cada vez fue peor con lo que padecí en el hospital militar.
-¿Considera que ha recibido justicia?
-Me siento decepcionada. Es una sentencia ridícula la que han recibido esos criminales, permite que se repita con otros lo que me hicieron a mí.