Por: Carlos Páucar
Para unos es el simpático “Tío Urresti”, como lo llaman la mayoría de sus seguidores en las redes sociales que celebraron su victoria. Para otros es un represor, como sostiene el corresponsal del diario argentino Página 12, que alcanzó una alta votación en las últimas elecciones parlamentarias en el Perú.
¿Cómo fue que Daniel Urresti Elera, el exministro del Interior en el gobierno de Ollanta Humala y acusado de haber participado en el asesinato del periodista Hugo Bustíos en 1988, resultó ser el congresista más votado en las elecciones legislativas del pasado 26 de enero?
553.528 votos. El que más sufragios a favor obtuvo. El segundo, Alberto de Belaunde, quedó lejos de él con 258.759 votaciones. Tan eufórico se sintió al saber su resultado que, fiel a su estilo, apareció con su clásica sorna para decir que podría recomendar a Mauricio Mulder en un trabajo de serenazgo.
"Indudablemente Urresti tiene un carisma particular –señala el politólogo Alonso Cárdenas, de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya–. No olvidemos que fue de lejos el ministro más popular de Humala".
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“De igual forma –agrega el analista–, se maneja muy bien en los medios. Tiene un lenguaje sencillo que llega a la gente. Además, su ámbito de gestión está vinculado con la seguridad. Y se le ve como un hombre operativo, lejos del escritorio. Eso es bien valorado por la población”.
En las redes sociales, muchos no se sonrojaron al confesar en público que habían votado por el “Tío Urresti”, trato que revela que lo sienten cercano.
Los comentarios indican que lo ven como un “pechador”, el tipo que no se queda callado, se enfrenta a apristas y fujimoristas y se burla de ellos. Sus respuestas llegan más rápido a la gente que los discursos o análisis de políticos más trajinados.
Como sostiene el tuitero @vcabalg, “los peruanos votamos por Urresti pensando en mano fuerte, en pedir el Ejército en las calles, poco importan sus palabrotas”. O el tuitero Rodulf Aucasi, quien luego de su elección le pide ver el caso de “los venezolanos que han puesto mafias aquí en Lima”. O Jonathan Baquerizo para quien es “el único con agallas que no le teme a las mafias ni al fujiaprismo”.
Pero, igual, las críticas sobran. Su elección, por ejemplo, fue 'nefasta' para la usuaria Milu Rodríguez, "así llegamos al Bicentenario". Y para Blanca Merino "muestra que los derechos humanos y cultura de paz están lejos de nuestras conciencias ciudadanas". Y Javier Eduardo dice que Urresti "representa a nuestra sociedad 'urresti', informal, bocón, agresivo, etc".
Elogiado y denostado, su elección, como opina el politólogo Cárdenas, responde a que "en el Perú, al tener un sistema de partidos altamente fragmentado, es la figura personal la que pesa más que el partido, ya que este último generalmente es un vientre de alquiler desideologizado".
Para el sociólogo José López Ricci, de la Universidad de San Marcos, hay una clara señal de que el personaje pesa más que el colectivo. Y ocurre en todos los bloques políticos.
En el caso Urresti “mano dura y xenofobia han sido pilares de su capital electoral. Es producto de esas dos demandas, sentidas por segmentos importantes de la capital y buena parte de las ciudades del interior, no de un proyecto político. Encima, quiso el JEE sacarlo de carrera y su reposición ayudó a victimizarlo, con lo que se visibilizó aún más”.
Urresti, opina Ricci, ha sido el único que tuvo un rol de “arrastre” en estos comicios. “Ya tenía acumulada una buena imagen, por su rol como ministro y gerente de Fiscalización, y supo canalizar la creciente demanda por orden ante la inseguridad. Bajo esas coordenadas, Susel Paredes hubiera sido (y es) una candidata igualmente potable”.
Para el psicólogo Gustavo Ascacíbar, si algo ha capitalizado Urresti "es la clara identificación de la ciudadanía con el personaje que le ha dado respuestas ante los problemas de seguridad ciudadana e incluso ante la informalidad".
“Tiene una alta percepción de hombre que habla claro, directo y cumple lo que promete con una buena dosis de pragmatismo, así como la imagen de tener un liderazgo fuerte” frente a otros líderes políticos.
- ¿Qué le espera? Para Cárdenas, “la pugna con Luna será determinante, ya que este último puede ir a prisión preventiva en cualquier momento. Si ocurre, Urresti será amo y señor de su bancada. Si Luna no va a la cárcel, puede venir la ruptura en Podemos. Y si el caso Bustíos se complica, la bancada Podemos puede quedar hasta acéfala”.
Rapidez. Reaccionó rápido a la crítica y al ataque. Ejemplo: al ser enrostrado por el caso Hugo Bustíos prometió no esconderse en la inmunidad.
Olfato. No le importó ir junto al cuestionado Luna Gálvez. Cree que ahora puede distanciarse de él. Captó el voto antifujiaprista.
Verbo. Su “floro” estuvo presente sobre todo al enfrentar a apristas y fujimoristas. En Twitter lo elogian. Dicen: “Habla directo”.
Visión. Como sostiene el politólogo Juan De la Puente: Urresti es político de formas duras, pero no es radical. Llena vacíos que otros dejan.
Agudo. En redes lo ven como alguien cercano. Unos dicen “es gracioso”. Por lo menos, opinan, con él en el Congreso no nos aburriremos.
A pie. Trajinó por mercados y calles. Según sus rivales, es el ‘Pedro Navaja’ de la política, el matón de barrio. Para otros es el ministro que bajó al llano.
Mano dura. Se marketeó como el hombre de la seguridad, el que combatirá al delito y a los foráneos que delinquen.
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¿Bases? Por ahora tiene muchos seguidores. Pero, ojo, en las redes le advierten que no falle y cumpla con sus promesas.
Para el psicólogo Ascacíbar, el escenario del Congreso no es el mejor para el estilo Urresti. “Hoy los espacios de diálogo y construcción de consensos son los necesarios en contraste con la confrontación, las puyas y mensajes de doble sentido de Urresti”. ¿Qué se puede esperar? “Las diferencias en PP podrían anticipar que Urresti sería de los primeros en quedarse sin bancada... y en solitario será difícil que cumpla sus promesas, en un Congreso muy fragmentado”.