¿Por qué la performance “Un violador en tu camino” molesta tanto a muchos hombres y a no pocas mujeres? ¿Qué hay detrás de su desprecio y burla? Hay una incomodidad, un escozor. Algo les incomoda, entonces lo rechazan. Pero no todo lo que incomoda debe ser, de facto, rechazado. A veces, eso que jode es precisamente señal de que es momento de cuestionar prácticas o creencias que fueron adoptadas acríticamente, sin haberlas pensado uno por sí mismo, sino solo aprendidas. Esa incomodidad puede ser tu consciencia diciéndote que algo hace corto circuito con lo que creciste creyendo ‘normal’ y que la realidad te va mostrando que es apenas una forma sesgada de ver las cosas, desde la dominancia que impuso en nuestra historia y cultura el hombre-blanco-occidental y privilegiado.
Cuando te joden esas mujeres vestidas o calatas que hallan en sus denuncias colectivas una forma de poder que las recupera, que las restituye, que las cohesiona en unos sufrimientos antes dolorosamente callados y guardados para una, lo que evidencias es una brutal carencia de empatía para entender. Entender qué hay detrás de estos espontáneos colectivos de mujeres en el mundo abrazando de pronto un himno en el que se sienten representadas. ¿Por qué tan abrumadoramente tantas mujeres a la vez, de toda edad, clase social y culturas sienten que en esa letra sus experiencias al fin pueden nombrarse, vociferarse? ¿Te interesa explorar por qué para ellas saber, sentir y ver, que tantas otras han pasado y pasan por los mismos abusos y violencias masculinas, es en parte terapéutico? ¿Te interesa entender cómo se siente que un problema que pensabas particular es extendido en tus pares y que jamás fue culpa tu culpa sino del violentador? ¿No te das cuenta que estás siendo testigo de la visibilización histórica de un problema social estructural culturalmente extendido?
Sumarse a esta performance es una forma de sentir un cierto alivio en el género y de recuperar una cierta potencia perdida en la interacción abusiva de la violencia masculina que marca. También genera aliento compartido de soporte que no se encuentra en las instituciones, creadas a imagen y semejanza del hombre-blanco-occidental y operadas bajo ese modelo que privilegia lo masculino, lo racional, lo objetivo, lo legal, por encima de lo emocional, lo subjetivo o lo femenino, que ellos subvaloran por ‘irracional o radical’. La primera y mayor prueba de ese privilegio masculino negándose a ser interpelado e intentando reafirmar su poder es justamente negar, desestimar o minimizar el problema femenino de la violencia masculina.
Si muestran rabia son ‘feminazis’, aunque miles de muertas y millones de cicatrices justifiquen su rabia y frustración. Si bailan arte callejero, también las desprecias. Entonces la forma es un falso-problema que inventas porque lo que te jode es el fondo. No es el calateo, sino que ellas usen autónomamente su lugar más íntimo, su cuerpo, para sus intereses públicos-políticos, y no al servicio de tus fantasías sexuales - donde solo se aceptan para la socialización y con beneplácito, tetas en formato porno.
Es su insubordinación lo que te molesta; su interpelación a tu dominación de las reglas sociales, de las reglas de juego y las de castigo. Y en esa negación y desvalorización que haces de ellas se hacen visibles las costuras de esas estructuras de violencia y poder masculino que te niegas a ver; de eso que llamamos patriarcado.
Si sientes al verlas protestar un fastidio, no lo rechaces, abrázalo, porque es el escozor del patriarcado que está tocando tu puerta íntima, la de tus creencias acríticas más sedimentadas. Abraza tu incomodidad y disecciónala porque significa que el patriarcado se está removiendo en ti y es una oportunidad para que seas mejor persona.