Muchos movimientos populares no reivindican como suyas una serie de victorias parciales que, por cierto, no implican necesariamente el haber ganado la guerra pero sí las batallas para acumular fuerzas estratégicas hacia una victoria final. El resultado es una ansiedad permanente ante una serie de supuestas derrotas acumuladas: el desencanto ante la desestructuración del movimiento popular, o el desgaste debido a la criminalización y estigmatización permanente de sus líderes. Esos son los paisajes después del estallido de conflictos de diversa índole. Tengo dos ejemplos.
En primer lugar, el caso de Tía María. Es un error estratégico no asumir esta suspensión como una victoria parcial. Los mineros la han asumido como una derrota: la SNMPE ha publicado un pronunciamiento explícito. Los sectores neoliberales proextractivistas de los medios —incluyendo a Rosa María Palacios y un tweet en el que reclama “laptops vegetales”— observan la suspensión como un fracaso y una traición del gobierno. Por eso, se insiste tanto en “respetar el Estado de Derecho”.
La suspensión es obviamente una estrategia del gobierno de Vizcarra para patear el tema y sacarlo del campo de pelea del momento: el adelanto de elecciones. Y la población que ha enfrentado tres crisis del conflicto (2011, 2015 y 2019) no debe bajar la guardia. Pero en la medida que nos movemos entre maximalismos siempre se percibe que desde las luchas populares todas son derrotas. Eso no es positivo a largo plazo. Hay que seguir en pie de lucha, pero asumiendo que esta suspensión es una victoria popular del movimiento del Valle de Tambo: de las mujeres que salieron en 2015 a hacer cacerolazos, de los jóvenes que son criminalizados, detenidos, golpeados.
El otro caso, completamente diferente, es la sentencia contra Adriano Pozo por tentativa de feminicidio contra la cual Arlette Contreras ha reclamado que se le ha absuelto por tentativa de violación sexual. La víctima tiene todo el derecho de reclamar. Lo que considero es que, a pesar de que el tribunal lo absolvió de una situación evidente, ha sido una victoria parcial para Arlette que ha debido enfrentar a un sistema de justicia abominablemente parcializado a favor del perpetrador. ¡Es una gran victoria para su persistencia! Y por supuesto para el movimiento que, dividido o no, este sábado saldrá nuevamente a las calles a reclamar #NiUnaMenos.