Ataque moralista del TC contra uno de sus miembros. Colisiona con resoluciones anteriores sobre la vida privada y la función pública. Discretamente y sin desmanes, el juez fue a un night club... ¿Y qué?,El Scapes es un club nocturno de un piso en la avenida Chan Chan, que va de Trujillo al balneario de Huanchaco. Permanece abierto 24 horas. En propicia oscuridad, hay mujeres que ofrecen un show nudista, así como parejas bailando y mirones de distinto tipo en el bar. El magistrado Carlos Ramos Núñez ingresó a la una de la madrugada del domingo 26 de mayo, llevado por un taxi desde el hotel Hausen, donde se hospedaba. En la mañana anterior había dictado clases en el doctorado de la Universidad Particular Antenor Orrego (UPAO). Divorciado, de 58 años, miembro del Tribunal Constitucional desde el 2014, es un erudito historiador del Derecho. Así como pisó el Scapes es parroquiano de academias históricas en Argentina y España, del Instituto Max Planck en Frankfurt y de la universidad de Berkeley en California. Rumbo al Scapes Ramos viaja cada quince días de Lima a Trujillo para dar sus clases, con pasajes y gastos de alojamiento pagados por la UPAO. El sábado 25 las actividades concluyeron a las tres de la tarde. Con sus alumnos –abogados y profesores universitarios en su mayoría– visitó el complejo arqueológico El Brujo, donde está La Señora de Cao, a fin de discutir luego sobre los pilares institucionales de los Mochicas. Quedaron en cenar esa noche, en un restaurante de carnes. Cuando Ramos regresó a su hotel, a las 0:30 horas del domingo, quería una copa de vino, pero el bar estaba cerrado. Fue el chofer de un taxi que pidió a través del recepcionista del Hausen quien le recomendó continuar su noche en el Scapes. PUEDE VER Legisladores discrepan por eventual fallo del PJ ante pedido de Salaverry Esa madrugada, en otro taxi, fue hasta el Badanys, una discoteca y club nocturno, que además tiene ambientes privados. Había quedado en verse a las tres de la tarde del domingo, en el Hausen, con un policía de Trujillo que estaba asignado para brindarle seguridad. Esa noche durmió en uno de los hoteles cercanos al Scapes. La policía, que lo había empezado a buscar desde la tarde del domingo, lo encontró a las tres de la mañana siguiente. Estaba ecuánime y amable. Había dejado su celular en el Hausen, y no pudo contestar llamadas. Las sanciones La policía filtró un parte a la prensa, afectando su intimidad y sin otro propósito de desprestigiarlo: ya conocía su paradero. La policía ya sabía, además, que su integridad siempre estuvo a salvo. En el TC se formó una mayoría de indignados: Ernesto Blume, José Luis Sardón, Manuel Miranda y Augusto Ferrero. Querían destituirlo u obligarlo a renunciar. Con ese ánimo convocaron a una reunión plenaria el martes 4 de junio. Por la mañana, al mismo tiempo que el Congreso debatía la cuestión de confianza del gabinete Del Solar, el TC empleó tres horas para discutir qué hacer con el magistrado que había asistido a un puticlub. En contraste, la prensa trató el episodio más bien con humor. PUEDE VER Copa Perú: equipo trujillano busca a taxista que se llevó sus uniformes Con una votación de cuatro contra dos (a favor los mencionados y en contra Marianella Ledesma y Eloy Espinosa-Saldaña), el TC acordó “una severa amonestación escrita y pública”. También retirarle la confianza respecto de los cargos de presidente de la Sala Primera y de representante alterno ante la Comisión de Venecia. Sardón y Ferrero hicieron constar su propuesta de que igualmente fuera destituido como director del Centro de Estudios Constitucionales. No declararon su vacancia porque faltaba un voto, o porque Ramos firmó una carta de disculpas para no perder todo respaldo, pero está claro que lo hubieran hecho. ¿Con qué base? Ramos no violó leyes ni reglamentos, asistió a lugares con licencia vigente, no empleó dinero público ni tiempo requerido para su función, no cometió desmanes. El comunicado no ofreció razones. La fiscal infiel El TC, sin embargo, siempre debe motivar sus actos. Hay que suponer que la mayoría reprocha a Ramos haber afectado la imagen del organismo. Lo hubiera dicho en términos coherentes con las responsabilidades jurisprudenciales del TC. ¿De qué manera el episodio contradijo su actuación como juez? ¿Cómo se apartó de conductas que debe cumplir o hacer cumplir? De lo contrario la sanción es pura moralina. ¿Deben ser destituidos o amonestados públicamente todos los magistrados que en uso de sus horas libres asistan a un club nocturno? O quizá solamente los que permiten que su intimidad sea descubierta (aunque ya vimos que fue por culpa de la PNP). ¿Procede la sanción recientemente anunciada contra el joven policía Paul Quispe, a quien filmaron bailando un reguetón-gay en una discoteca de Sullana? El argumento es el mismo: perjuicio de la buena imagen institucional. PUEDE VER Ministerio del interior: Denuncian irregularidades en pagos del Programa de Recompensas [VIDEO] También por ese motivo el Ministerio Público abrió una investigación contra una fiscal que, teniendo novio, fue descubierta en un hotel con otro fiscal que era casado. Solo que este caso llegó al TC (Expediente 03485-2012-PA/TC), cuya sentencia sostuvo que la actividad íntima de esos magistrados no afectó su función pública. ¿Qué ocurriría si a los tribunos Sardón o Ferrero se les pillara (Dios no lo quiera) una infidelidad? ¿Deberían ser destituidos o amonestados severamente? Como los ronderos En otra sentencia, el TC defendió a una mujer ecuatoriana a la que Migraciones limitó sus derechos por ser prostituta. Estos antecedentes hacen más chocante la gazmoñería contra Ramos. Si tanto querían parecer decentes era preferible una nota pidiéndole prudencia por participar en hechos potencialmente dañinos para la imagen del tribunal, y explicando que no pueden juzgar su intimidad. Algo que considerara que el TC seguirá produciendo jurisprudencia sobre este tipo de situaciones, a menudo acompañadas de áspera confrontación. En cambio tuvieron el mismo impulso de unos ronderos de Cajamarca que también hicieron noticia: sacaron a hombres y mujeres de un night club para azotarlos públicamente.