Texto resumido de José Carlos Agüero (completo: Wayka.pe).,Espero que un día en el futuro veamos las imágenes de unas máquinas destruyendo tumbas y seamos capaces de comprender su espectáculo bárbaro y obsceno, y cuánto dice de nuestra sociedad y de nosotros. El terrorismo nos ha dejado grandes problemas, muchos miedos y temas sensibles, pero no deberíamos atender esa sensibilidad o calmarla con demostraciones de ferocidad, abuso y represalia. Deberíamos negarnos a aceptar que eso es todo lo que es capaz de ofrecer nuestra democracia. Los restos de los presos de El Frontón exhumados de mala forma, ya han vagado mucho desde que sus portadores murieran hace más de 30 años. Espero que los familiares, pese a que una vez más deben observar cómo sus parientes, o sus restos, o la idea de ellos, son maltratados hasta la inexistencia, encuentren la fuerza para no prolongar los agravios, no responder con odio ante esta ofensa, y generar para ellos un espacio de paz. Ojalá la dirigencia de lo que fue Sendero asuma su responsabilidad ante la situación en que ha colocado a los familiares, autoridades y a todos nosotros que creemos que solo somos testigos mudos. Esta dirigencia colocó a esos cuerpos y esas familias en situación de ser tratadas indignamente y de refundarse en el dolor y la rabia. Ojalá también encuentren la oportunidad de reflexionar y abandonar sus duras y eternas certezas. Hasta ahora se han comportado como un grupo incapaz, luego de tantos años, de abandonar sus tácticas y egoísmo, subordinando el sufrimiento de las familias a sus intereses políticos y de propaganda. No puedo sentir más que una tristeza profunda por las autoridades, que no han sido capaces de ofrecer ante este desafío otra cosa que violencia y prolongación de la destrucción. Pienso que cuando me entreguen los restos de mi padre, si llegara a suceder, lo mejor será mantener en secreto su ubicación. Y no dar motivos a nadie de nada. O quizá lo mejor sea que nunca aparezca, y que lo poco que queda de él siga extraviado un poco en el campo, un poco en un cementerio clandestino, un poco en una isla, un poco en laboratorios, un poco en cajas de algún lugar hacinado del Ministerio Público. Quizá esa será una forma pacífica de habitar entre nosotros, de estar muerto sin dar motivos a nadie de luchar, representar u odiar por él. Escribo estas cosas con desaliento, porque sé que esta noticia no importa mucho, que mañana o pasado todo será un vago recuerdo, que escribir a veces es solo un simulacro, un paliativo de la impotencia, algo inútil, y que, en un par de días, con toda su luz y color, será otra vez, año nuevo.