"Desde mañana, deberá usar el respaldo que le habrán dado las urnas y llevarlo más allá de la batalla anticorrupción. Es momento de emprender las reformas de Estado que nadie se ha atrevido a emprender en los últimos 18 años".,Hoy empieza, de verdad, el gobierno de Martín Vizcarra. Hasta ahora la ha tenido suave. Al inicio, aupado por el fujimorismo y, luego, con los CNM audios, giró 180 grados para subirse a la ola de la indignación popular. El aprofujimorismo, su principal opositor en la última etapa, se ha venido descascarando como consecuencia de sus propios errores (y de la disolución de gran parte de la red de “hermanitos” en el aparato de justicia). Todos los jefes del fujimorismo están en prisión y el gesto desencajado de García nos comprueba que mientras más colosal el ego, más dura la caída (especialmente si viene con roche ante la comunidad internacional). Con la previsible victoria del SISISINO en la jornada de hoy, se habrá alcanzado la victoria final en una serie de luchas asumidas por un sector tan abrumadamente mayoritario que ya no lo podemos llamar “anti”. Si el fujimorismo aún estuviese jugando a la política, este sería el momento de intentar recuperar algo de la aceptación que perdieron en estos doce meses (32% de aprobación hace un año vs. 88% de desaprobación hace un mes). Ajochar a Vizcarra debería ser sencillo. En el plano de la realidad, obviamente, no hablo de inventarle arrestos dictatoriales que solo existen en los desbalances químicos de ciertos líderes de opinión. Sino, centrando el debate en los graves problemas de un gobierno liderado por alguien que, como dijo Julio Velarde, no esperaba ser presidente. Miren lo que ha pasado esta semana: el tipo va corriendo prácticamente solo, sin que haya nadie con la fuerza para boicotearlo, y aún así ya va perdiendo en el camino cinco ministros. Cinco. Solito. A un gobierno así, en teoría, debería ser fácil marcarle la agenda. Pero, claro, esta sería la hoja de ruta para una organización que aún pretendiese hacer política, no para una barra brava a la que le llovieron los gases lacrimógenos. Desde la otra orilla, Vizcarra tiene un problema distinto: no se puede estar bombardeando a la turba con gases todo el día. En algún momento se acaban las municiones, la bruma se despeja y los matones vuelven al ataque. Y será una respuesta, ya lo vimos, no con miras políticas, sino con lógica de supervivencia. La ley que retroactivamente quiere limpiar a sus organizaciones del lavado de activos es solo un ejemplo. Las cabezas de los fiscales Vela y Pérez serán otro. Esa pelea no ha terminado. Pero no será suficiente. Desde mañana, deberá usar el respaldo que le habrán dado las urnas y llevarlo más allá de la batalla anticorrupción. Es momento de emprender las reformas de Estado que nadie se ha atrevido a emprender en los últimos 18 años. Aproveche la inercia de esta victoria, señor Vizcarra, o el día de hoy habrá sido la cima de su carrera. Y, como todos sabemos, después de llegar a la cima solo queda la cuesta abajo.