Como ahora no tienen a Montesinos, deben contentarse con aliados como Chávarry, quien también se juega la libertad.,El día que la mayoría aprofujimorista en el Congreso votó a favor del informe Lava Jato que exculpa a Keiko Fujimori y Alan García, se vio una escena que era otro déjà vu de los tantos que vemos estos tiempos. Los congresistas fujimoristas se abrazaban, alborozados, en torno a Rosa María Bartra, como si hubieran logrado un significativo avance para la democracia. Nadie en su sano juicio discute que es indispensable investigar a Ollanta Humala, Susana Villarán o Luis Castañeda. Pero, hablando de juicio, dejar fuera a García y Fujimori es, por decirlo de manera suave, hacerle un brutal desplante a la realidad. Y de paso a la voluntad popular mayoritaria, a la que deberían representar. El déjà vu en el que pensaba fue una escena de parecida obscenidad, en los noventas, cuando nos gobernaba el Fujimori que hoy se refugia en la clínica Centenario, el día que se aprobó otra interpretación auténtica de la ley. Me parece que se trataba de la re-re- elección. Entonces, como ahora, el colapso era inminente. Mayor razón para que se aferren con uñas y dientes a un poder que se les escurre como arena entre los dedos. La diferencia es que en la década de Alberto el copamiento de las instituciones era casi total. Hoy, en la de Keiko, hay jueces, fiscales, prensa y opinión pública que, pese al grave error, como dice piadosamente Mario Vargas Llosa, de haber elegido a una mayoría fujimorista –agrandada gracias a la cifra repartidora– no sucede lo mismo. Sin olvidar que no hay un Montesinos que coordine las operaciones de corrupción y amedrentamiento. De ahí que, al ver escenas de festejo inopinado como la citada, el déjà vu deba ser matizado, pues la memoria hace de las suyas. Ambas celebraciones tenían un elemento importante en común: el instinto de supervivencia. Como ahora no tienen a Montesinos, deben contentarse con aliados como Chávarry, quien también se juega la libertad, o apoyos circunstanciales como el de la vicepresidenta Mercedes Aráoz, cuya suerte está enfeudada a la de Alan García. Cuando justifica su voto de apoyo al informe de Bartra, dice hacerlo por una cuestión de principios. Lo cual sin duda es cierto, con la atingencia de que, sin saberlo, está aludiendo a la falta de los mismos. Las encuestas revelan, crecientemente, que los peruanos están tomando consciencia de la magnitud del error al que se refiere MVLL. Los aplausos en las calles a Gustavo Gorriti o Rosa María Palacios lo subrayan. Pero esto no es garantía de que se haya ganado la batalla contra la corrupción, ni mucho menos. Los personajes que celebraban un día más en libertad siguen ahí. Pero, y esto es más importante, los electores que los pusimos en el poder seguimos aquí. Nadie sabe lo que ocurrirá en el futuro, por definición. Lo seguro es que debemos continuar este esfuerzo por afianzar una débil democracia. Lo cual pasa por arrinconar –justo lo que hizo el periodista Rincón, si me permiten la asociación, con Chávarry– y poner en evidencia a los corruptos que hoy se agarran al poder que han pervertido hasta la médula.