Las crónicas contemporáneas obligan a sus autores a ser más que hábiles en las formas creativas del contar. El contar historias con la magia de la verdad.,El país es un incendio. La corrupción es una estructura perfecta de la maldad. Es inveterada (que viene de antiguo), es endémica (que afecta a todo el Perú) y que es sistémica (que se demuestra en la organización criminal del fujimorismo). Los testimonios de prensa a veces no dan en el blanco. Pero viene la Feria Ricardo Palma y la crónica periodística luce robusta en las esferas del llamado periodismo interpretativo. Aunque a otros teóricos se les haya ocurrido ubicarla en conceptos como el periodismo literario o periodismo narrativo, reportajes novelados o literatura periodística. Y si la crónica es la criatura fornida del matrimonio de la literatura y el periodismo, los cronistas implican de una suerte de escritores extraños en lo que se ha llamado también la literatura de la no ficción. No es ajeno, entonces, citar la obra periodística de Gabriel García Márquez abrigada en esta paradójica relación conyugal que lo único que produjo fueron textos notables, Relato de un náufrago, por ejemplo, solo por citar una crónica imperecedera. Y de igual manera, Operación masacre, de Rodolfo Walsh, pieza inextinguible de una prensa original y ferviente de la escritura de autor que solo tuvo la finalidad de construir el mejor de los periodismos. Las crónicas contemporáneas obligan a sus autores a ser más que hábiles en las formas creativas del contar. El contar historias con la magia de la verdad. Esa verdad que habita en el rango de la comprobación y que es la piedra angular del periodismo: la noticia. Una crónica no es más que una noticia contada como una historia. Y la noticia es la materia prima del periodismo. El cronista, entonces, solo trabaja con noticias. La crónica entonces hoy en el Perú de la organización criminal fujimorista, es una forma obligatoria del Perú decente. Jóvenes periodistas hagamos crónicas.