De que la corrupción está omnipresente y no hay otro remedio que convivir con esta lacra. La buena noticia, sin embargo, está inserta en la frase previa: somos cada vez más conscientes. Con un poco de suerte, eso podría convertirse en una fuerza transformadora.,Aquí estamos, eligiendo nuevas autoridades. A sabiendas de que muchas de estas no son dignas del cargo y que el sistema camina a duras penas. Como esos vehículos destartalados que circulan por las calles, haciendo pública mofa de la revisión técnica, el SOAT y la policía de tránsito. Pero caminan. La ciudadanía es cada vez más consciente de que la realidad de nuestras ciudades y regiones ha dejado desfasado nuestro modelo de representación. De que la corrupción está omnipresente y no hay otro remedio que convivir con esta lacra. La buena noticia, sin embargo, está inserta en la frase previa: somos cada vez más conscientes. Con un poco de suerte, eso podría convertirse en una fuerza transformadora. Hay algunas señales en ese sentido. La manera en que Vizcarra le ha impuesto las reformas al Congreso, pese a los contrabandos que han introducido los desprestigiados legisladores de Fuerza Popular y los alanistas, es un avance. Asimismo, haber logrado que se revierta la protección mafiosa a Hinostroza, es otro. Faltan los del CNM, pero algo es algo. Si Vizcarra lo ha hecho por convicción –como argumentan sus partidarios- o necesidad de supervivencia –como piensan sus críticos- no es tan relevante. El asunto es que lo está haciendo. Y lo seguro es que eso se debe al apoyo –y presión- de la opinión pública. Esto ha obligado al Premier Villanueva a plegarse a una pugna en la que probablemente hubiese preferido estar del otro lado. Pero en política hay que inspirarse en el platillo de La Oroya: ancas de rana (o el arte de tragar sapos). La única persona que no parece haber entendido esto es Keiko Fujimori. Gracias a esa empecinada negación de la realidad, su popularidad se ha convertido en una madriguera subterránea y su padre está a punto de retornar a la cárcel. Esto es en parte, como sabemos, responsabilidad de PPK. En su afán por salvar el pellejo palaciego, amañó un indulto fraudulento que causó un dolor indecible a los familiares de las víctimas del grupo Colina, primero, y hoy lo hace con el dictador y parte de su familia. Es difícil ser más amplio en la capacidad de hacer daño. En suma, podría ser peor. Podría, por ejemplo, salir electo Urresti (confío en que no haya sido así). Las redes sociales, tan denostadas, están permitiendo que circule mucha “infoxicación”, como señala Alfredo Torres en El Comercio, pero también legítimas exigencias ciudadanas. Por ejemplo, lo que él mismo reclama: abolir la infantilizante prohibición de hacer encuestas en los días previos a la elección. La información circula por otras vías, como sabemos, dando lugar a manipulaciones y exclusiones. Las redes pueden servir como agentes de libertad y debate, no solo de propalación de noticias falsas. La gente no es tan ingenua como muchos piensan. Menos en una sociedad tan desconfiada como la peruana. Pese a todo, decíamos, cuando la democracia avanza, el autoritarismo y la corrupción retroceden. Vean sino lo que está ocurriendo con las fuerzas retrógradas del Congreso.