Algunos de los medios que han capturado y algunos de los opinólogos han empezado a vender gato fujimorista por liebre liberal. Solo es cuestión de aguzar el ojo: el ejemplo más reciente es el congresista Francesco Petrozzi.,Es fácil reducir el fujimorismo a sus torpezas. Las lágrimas de Yesenia Ponce, las payasadas de Donayre y hasta los embistes de Mauricio Mulder son todos muy ramplones, muy obvios, muy a lo bestia. El fujimorismo no suele conocer de sutilezas. Y han demostrado que no es su terreno. Kenji, por ejemplo, se computó Maquiavelo, quiso jugar al juego de tronos y terminó con su cabeza exhibida en una picota. Además, no parecen haber necesitado otra cosa hasta el momento. La aplanadora mediática de Keiko en el 2011 fue tan apabullante como lo es ahora su aplanadora anti-prensa. Sus alianzas con fanáticos religiosos, la captura de distintas instituciones públicas y privadas, su Troll Center con recursos del Estado… ¿qué importa si son muy evidentes? El peruano de a pie está en otra, no le interesan estos asuntos. La despolitización de la señal abierta ha confinado –para la gran mayoría de peruanos– el debate sobre la cosa pública a unos cuantos minutos los domingos en la noche. Los recientes ataques a Cuarto Poder no son casuales. Una obviedad más. Por otro lado, tampoco es que los fujis tengan cómo actuar de otra forma. Carecen de los cuadros necesarios. El puñado de pretendidos “intelectuales” “independientes” que orbita al fujimorismo ha terminado, salvo excepciones, sincerando sus simpatías, recibiendo por encima de la mesa y embarrándose en el fango de la obviedad (el pobre Diethell Colombus primero cambió su nombre a “Ditel” y, ante la indiferencia generalizada, se ha visto obligado a promocionarse como “Ponja”). Pero Keiko Fujimori, según las encuestas, ha caído 20 puntos en un año. Veinte. Si hay algo incluso aún más evidente que el fujimorismo es el desplome de su popularidad. Quizás ha llegado el momento de intentar otra estrategia. Algunos de los medios que han capturado y algunos de los opinólogos han empezado a vender gato fujimorista por liebre liberal. Solo es cuestión de aguzar el ojo: el ejemplo más reciente es el congresista Francesco Petrozzi. Esta semana, un montón de despistados han compartido un video en el que, en esencia, dice lo mismo que Becerril sobre la currícula educativa pero envuelto en un floro bonito. Le dice al ministro que, en temas educativos, “ni tú estás totalmente equivocado ni yo tampoco; tiene que haber un medio”. Demagogia pura y dura: ¿cuál el punto medio entre la comunidad científica y todo ese grupo, cada vez más creciente, de gente que cree que la Tierra es plana? ¿Ponemos en los libros de texto que el planeta es cuadrado? El video está lleno de momentos así. Quizás el más revelador es aquel en el que que grita que “yo no fui al colegio para que me enseñaran con quién acostarme”, como si el Ministerio lo estuviera haciendo, siguiendo el libreto conservador de que existe una conspiración para “homosexualizar” a los niños. Y, aún así, mucha gente no fuijimorista se ha comprado este discurso. Acostumbrados como estamos a la brutalidad del actual oficialismo, hemos bajado la guardia ante el contrabando ideológico más sofisticado. Petrozzi no es el primero ni será el último. Ojo con lo que se viene.