En 1923 Romain Rolland le envió a Freud un ejemplar de su obra de teatro Liluli, de 1919. La dedicatoria decía: “Al destructor de ilusiones, Prof. Dr. Freud”. El escritor aludía al implacable escepticismo del creador del psicoanálisis, respecto de las pulsiones primarias de los humanos. El sábado, mientras esperaba la transmisión por tv del partido Perú-Dinamarca, escribí en Twitter que, pase lo que pase, era muy hermoso ver al Perú a nivel mundial. Y lo conmovedora que resultaba tanta ilusión.,Pese al resultado adverso, tengo la impresión de que la ilusión permanece intacta, así como la confianza en los jugadores y su entrenador. Al punto que pese a que muchos comentaristas, extranjeros y peruanos, estaban intrigados por la ausencia de Paolo Guerrero en el primer tiempo, los peruanos le dábamos el beneficio de la duda a “nuestro” entrenador. Sus razones habrá tenido. Seré freudiano, pero ante todo soy hincha y cuando hay tanta emoción y ganas, me encomiendo a esa copla andaluza que reza: “A la mar fui por naranjas, cosa que la mar no tiene. Meto la mano en el agua, la esperanza la mantiene.” Pero eso es en Rusia. Acá en el Perú las cosas discurren por otros cauces emocionales. La arremetida autoritaria de Fuerza Popular y sus matones del Apra, arrecia. Keiko Fujimori, a todas luces inmadura para liderar esa poderosa fuerza de choque, incapaz de identificarse con las reglas de la democracia, tal como su hoy repudiado padre, no ceja en sus intentos de apoderarse de las principales instituciones del país. La última ha sido contra la libertad de expresión, nada menos. Como para que no queden dudas de la naturaleza de su proyecto. Al punto que ha forzado al sumiso Presidente Vizcarra a reaccionar y cuestionar la “ley mordaza”. Si alguien tenía ilusiones en la evolución democrática del fujimorismo, la hija del dictador está teniendo el irónico mérito de pulverizarlas. A todos los analistas políticos que hacían malabares para explicar esos exabruptos de extrema derecha –la comisión Lava Jato, la defensa del lavado de dinero vía las cooperativas, las agresiones contra periodistas de Jibaja, el control de la prensa, etcétera–, ya no les queda margen para el disimulo. La trampa que le pusieron a Kenji Fujimori y sus impresentables vengadores, así como al ministro Giuffra y al propio PPK (aprovechando sus rabos de paja), debería haber despejado las dudas de a quién teníamos al frente: los epígonos de Montesinos. La única ventaja de que a Perú se le hayan hecho las cosas tan difíciles en el Mundial, tras la derrota con Dinamarca, es que un retorno antes de lo que todos deseamos les arrebata una distracción para que sigan atropellando nuestros derechos. A pesar de todo, no perdamos la ilusión. Podemos pasar a octavos de final y derrotar a las fuerzas autoritarias. Ambas cosas las hemos hecho antes. Si bien la educación es la clave del desarrollo, las naciones también se forjan en la lucha contra quienes pretenden sojuzgar nuestro destino.