La confluencia de mejores cifras económicas y un mucho mejor ánimo por la clasificación al mundial de Rusia está llevando a algunos a predecir por lo menos tres años de muy buenos negocios en el Perú. El pronóstico suena razonable, y será puesto a prueba en poco tiempo. Pero visto desde la política ese panorama no parece tan seguro. Pues los vaticinios de la política vienen cada vez más oscuros. El más preocupante es un debilitamiento terminal de la democracia, con posibilidades como vacancia presidencial, adelanto de elecciones, o colapso institucional. Aun si estos escenarios no se materializaran, su sola discusión pública es un signo de los tiempos. La idea de economía y política moviéndose por dos carriles separados suele referirse a dos conjuntos de reglas que no se interfieren. Como en los países donde coexisten partido único autoritario y capitalismo formalmente moderno. Pero para que esto funcione, cada uno de los carriles debe estar funcionando razonablemente bien. De otro modo hay descarrilamiento. En este momento el carril político peruano está samaqueado por una cacería de corrupción en sus filas, por una mayoría parlamentaria aparentemente dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias en el pulseo político, y una fragmentación de las demás fuerzas sobre el tablero. El tipo de escenario donde cualquier cosa puede suceder. Quizás los más grandes inversionistas miran este torbellino desde cierta distancia, con la idea de que siempre tendrán con quién negociar sus intereses y derechos. Para el resto de los empresarios, una amplia e influyente mayoría, la conducta de quienes detentan el poder político está llena de señales a tomar necesariamente en cuenta. Imaginemos un futuro, no tan lejano, en que el empresariado tenga que evitar a un Ejecutivo puesto de rodillas, y se vea obligado a tratar directamente con una mayoría legislativa. La cual además no parece particularmente versada en cuestiones administrativas. Por lo pronto la prensa privada podría estar al borde de esa situación. Basta que una parte del poder político sea ejercido con descontrol para que el sistema político entero y luego la marcha económica pronto se vean orientados por ese mismo descontrol. Así, economía y política funcionan como una misma atmósfera, en estos tiempos cada vez más contaminada. Así, economía y política funcionan como una misma atmósfera, en estos tiempos cada vez más contaminada.