En términos de impacto político, el proceso de delación oral de Marcelo Odebrecht sobre el Perú ya prácticamente parece haber llegado a su destino. Se tomó su tiempo, pero al final logró comprometer a un paquete suficiente de políticos del decenio pasado, lo cual termina de redondear las sospechas sobre ese tema particular. Son declaraciones algo flotantes, que sin embargo logran transmitir el mensaje. Pero hay varios problemas con esto. Los delatados desmienten. Las entregas de dinero a los diversos partidos todavía deben ser precisadas y documentadas. Los entendidos opinan que recibir fondos de campaña no es propiamente un delito, ni merece cárcel. Haber incluido al actual Presidente de la República del Perú a la lista redondea el caso Odebrecht: financiar campañas con cierta imparcialidad ha sido una práctica estándar en las elecciones peruanas. Lo que hace la diferencia con otras empresas es que esta viene acusada de otras prácticas más claramente delictivas, lo cual contagia los donativos. Cuando Marcelo Odebrecht y Jorge Barata empezaron a delatar en la parte electoral, primaba la idea de que habría perdedores y ganadores en el escándalo. Ollanta Humala y Nadine Heredia se perfilaban como claros perdedores, incluso como los únicos. El paso del tiempo ha cambiado las cosas, y producido una suerte de culpabilización unánime. Pero debemos tomar nota de que Marcelo Odebrecht se ha concentrado en un aspecto que es espectacular, pero a la vez limitadamente comprometedor para él y para sus delatados de esta hora. Ahora hay docenas de indicios, acusaciones o sospechas de otro origen con potencial para volverse más serias en términos de la justicia penal. Sin embargo el verdadero daño al sistema político está puesto en los reflectores electorales que alumbran desde Brasil, a partir de un sofisma básico: si todos están acusados, entonces todo aquello de lo cual se les acusa tiene que ser cierto. No hay clasificación ni visita papal que resuelvan este problema de la credibilidad política en el país. Todo esto conforma un nudo que necesita solución urgente. ¿Cómo verlo? ¿Como casos diferenciados? ¿Como expresiones de un mismo problema? ¿La financiación electoral como algo secundario frente a acusaciones cabalmente penales? Por último, ¿tiene Marcelo Odebrecht algo más que decir? ¿O Barata va a decirlo todo?