Referendos en dos prósperas regiones de Italia han optado a casi 90% por mayor autonomía. No fueron votaciones vinculantes, y no hubieran llamado mucho la atención antes del conflicto independentista en Cataluña. Ahora los reflectores están puestos sobre qué podrían hacer Lombardía y el Véneto, es decir Milán y Venecia, con ese resultado. Roberto Maroni, presidente de Lombardía, declaró a Reuters: “No somos Cataluña… Seguimos dentro de la nación italiana, con más autonomía, mientras que Cataluña quiere convertirse en el Estado N°29 de la Unión Europea. Nosotros, no. No por el momento”. Una declaración que inquieta más de lo que calma. Porque Maroni parece estar imaginando una pre-Cataluña. Los movimientos independentistas y autonomistas europeos de estos años son variados, pero tienen dos moldes básicos. Uno es el nacionalismo puro y duro, como en Escocia (2014) y ahora último el informal de Cataluña. Otro es la aspiración a un mejor status económico, como estos dos recientes en Italia. Todos con diversos grados de afirmación étnica. Pero como hace notar Maroni, los variados impulsos del fenómeno se pueden volver intercambiables por el camino. Una lóbrega perspectiva si consideramos cuántos países europeos alojan regiones desafectas de su poder central y el difundido descontento con la burocracia de Bruselas que conduce el proceso de la Unión Europea. El financista húngaro George Soros opina que Europa está “padeciendo una crisis existencial”. Esto querría decir que ella debe empezar a pensar en una solución integral al proceso que está descosiéndola por los bordes. Pero mientras la solución llega, los casos individuales siguen atizando la crisis del continente entero. La idea, muy difundida y natural en apariencia, de que las regiones subnacionales más prósperas de cada país no deben ser obligadas a subsidiar a las demás es un evidente producto de la crisis económica. Pero sus efectos políticos se pueden volver irreversibles, con una creciente autonomía levantando verdaderos muros dentro de cada país. Si la crisis de aspiraciones subnacionales avanza (y nada la está frenando realmente), pronto veremos el surgimiento de movimientos autonomistas e independentistas transversales presentando un frente común ante la Unión Europea misma. Un desafío complicado para la que se considera una UE de países, y de ninguna manera un mosaico de etnias centrífugas.