¿Es el cargamontón el nuevo deporte nacional? Pareciera que vivimos al acecho de quien cometa el más mínimo error para descargar en él o ella todos nuestros complejos y frustraciones. ¿Será que eso nos hace sentir menos malos o incompetentes? No encuentro explicación a esa necesidad de hacer leña del caído en desgracia confundiendo nuestro derecho a la crítica y cuestionamiento con el apanado público. Lo ocurrido recientemente con el Ministerio de Educación es una muestra de ello. Sin duda fue un error vergonzoso, nadie lo discute, pero la campaña demoledora a partir de ello –incluyendo su uso político– fue, a todas luces, una exageración. Conozco a la persona que confundió a San Martín con Bolívar y puedo dar fe de que no se trata de un inexperto, un topo fujimorista y menos aún alguien con poca educación. Simplemente tuvo una terrible distracción, como cualquiera de nosotros en algún momento de su vida. ¿Debe pagar las consecuencias? Bueno, perdió su trabajo pero además tuvo que soportar la burla nacional. Me pregunto cuántos se hubieran dado cuenta de la equivocación sino fuera porque alguien más lo señaló. Somos de esas sociedades que lejos de conocer y respetar a sus héroes o libertadores suele orinar en los monumentos levantados en su honor. La misma sensación me provocó la burla hacia el congresista Luis Galarreta, ahora presidente del Congreso. Tengo grandes diferencias políticas y personales con él. Sin embargo, las “bromas” a costa de su discapacidad resultan penosas y condenables. Al carecer de argumentos recurrimos al insulto y discriminación acercándonos tanto a esas hordas de trolls que esparcen mentiras, difamaciones e insultos. ¿Cuántos de nosotros hemos sido víctimas de sus infamias y baja calaña? ¿Por qué querríamos ser como ellos? Las diferencias políticas no son excusa para portarnos como patanes y cobardes. Confieso con vergüenza que yo misma he cedido en tan penosa práctica en algún momento. Afortunadamente siempre tenemos la oportunidad de revisar nuestras acciones y corregir. No es fácil sacar de nosotros taras y prejuicios, pero se puede.