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Opinión

Un país que despierta, por Jaime Chincha

“No es esta una oda a la violencia, sino una prosa por la reivindicación al derecho ciudadano a la libre expresión; si de ajustar, medir y fiscalizar a quienes nos gobiernan se trata”.

larepublica.pe
Jaime Chincha

Hechos recientes nos sitúan en un aparente o nuevo estado de cosas. Tres repulsas acontecidas en los últimos días dan la sensación de un país que empieza a despertar del letargo. No es esta una oda a la violencia, sino una prosa por la reivindicación al derecho ciudadano a la libre expresión; si de ajustar, medir y fiscalizar a quienes nos gobiernan se trata. No se olviden que a todos estos les pagamos el sueldo. Las grandes transformaciones se gestan desde la grita. O la sabia indignación. Qué sería de este occidente fallido –por citar un lugar común–, sino se hubiese consumado la revolución francesa. Le costó la cabeza a María Antonieta, pero es cierto que estos tiempos ya no están para guillotinas. Me refiero al derecho –por decir, en el Perú de hoy donde nada está dicho– a manifestarse con calle pero elegante. Y es que hay algo que decir de este país que se despierta a tropiezos de una mala resaca. Estamos volviendo a entender, poco a poco y colectivamente, lo importante que es decir las cosas. Expresarse. Preparar un afiche muy grande, muy vistoso, para mostrárselo a Leslie Urteaga por si se atreve a hablar en la inauguración del Festival de Cine. Y tuvo el cuajo de hacerlo; no estaba en el programa. La audiencia en el Gran Teatro Nacional se entumeció al verla derramando lisura mientras su paso dejaba. Qué cara de mármol de la señora. Abdicó ante el Congreso del trémulo señorito de apellido Cavero con su paporreta no vivida del terrorismo; él no vivió la guerra interna pero decide sobre su narrativa. Cavero tenía un mes de nacido cuando estalló Tarata. Y Leslie Urteaga creyó que pasaría piola ante el auditorio. Un discurso nomás o esa ceguera que el poder a una la envuelve. Se plantó ante una audiencia a la que había traicionado; cineastas a los que en su despacho les juró que no, pero al final Tudela mandó que sí. Las palabras que recibió la señora Urteaga quedarán grabadas como versos en forma de tomates.

Pero, en verdad, la ministra de Cultura abdicó como ha abdicado el gobierno de la señora Boluarte ante este Congreso, con tal de que su presidencia de papel subsista. Total, ya se ha normalizado el usar a las instituciones como fantoche. Ese es el trato subalterno entre el Ejecutivo y el Legislativo. Yo apruebo y tú abdicas, o sino te vaco. La señora Boluarte, la mamá del Perú según se proclamó al lado de César Acuña, se ausentó por gripe en la ceremonia de los 200 años de Junín. Quizá tuvo una pesadilla con Bolívar, y todos los fantasmas de la Pampa de Junín, diciéndole ¡tu mamá!

Me atrevo a decir que esa frasecita la va a perseguir como un karma. La señora Boluarte se agripó de vergüenza porque sabe que ha tocado carne. ¡Tu mamá! Así no juega Perú, presidenta. Este es un país de mamitis y usted lo sabe. La escolta de su hijito fue asaltada mientras estaba con la novia. ¡Tu mamá! Toca nervios urbanos y suburbanos, señora. Se metió con lo más sagrado. Ni se iguala al pabellón nacional. ¡Tu mamá! ¡La tuya! El agravio tiene acción y reacción nacional, presidenta. Y me atrevería a decir que, luego de este cuetón que se reventó, se pueden explicar otros hechos recientes que nos sitúan en este nuevo y aparente estado de cosas.

La congresista Patricia Chirinos empinó el dedo medio ante la repulsa en La Noche de Barranco. ¿No sabe acaso la Woman del Callao de su popularidad de cinco por ciento? Salvo por el vaso ese que se hizo proyectil, y le pudo haber partido la frente, todo ese manifiesto colectivo tiene un correlato con la realidad. El vaso cruzó esa maldita red flag. Lo demás fue libre expresión y un mensaje para la señora dizque chalaca: ustedes no nos representan, no los queremos, basta. Pero su acompañante de turno, el señor congresista Luis Aragón, vandalizó la protesta y despidieron de sus empleos a varios de los indignados barranquinos. Agresión, gritan Patricia y Luis. A ver, ¿no es agresión aprobar una ley que favorece a los criminales? ¿No es agresión votar para que la lesa humanidad se borre de un sopapo? ¿No es un vaso, un proyectil cualquiera, el que lanza el Congreso aprobando un licenciamiento perpetuo a universidades mediocres? ¿No es una ofensa pública que el defensor del Pueblo –el abogado de Cerrón, el prófugo, puesto para cumplir la cuota de la repartija congresal– vaya al TC a querer eliminar la incautación de bienes obtenidos ilegalmente? Un vasito de La Noche se queda enano ante la metralleta antidemocrática de este Congreso impopular. ¿Otorgarle una pensión ilegal al exdictador Fujimori no es un oprobio a nuestros bolsillos? El Congreso le lanza vasos al pueblo cada día, con la anuencia de la señora Boluarte que anda tratando de salvar al hermano con un Rolex en la mano. Alberto Fujimori no tiene derecho a recibir una pensión. La ley lo dice. Fujimori fue sentenciado y acusado constitucionalmente. Es culpable de graves delitos y el indulto no borra esa etiqueta que le quedará de por vida. El propio Fujimori promulgó la dichosa ley 26519 con la que le puso candados al entonces reo contumaz Alan García. Era 1995, eran otros tiempos. Aún no surgía el fujiaprismo. Maestra vida, camará, te da y te quita y te quita y te da.

Y qué me dicen del wayki Oscorima fugando en helicóptero de Huanta. Hubo antimineros, es cierto, con una agenda que no beneficia a este país de vacas flacas. Pero el wayki Oscorima está tan deslegitimado que con solo gritarle Rolex se diluye como arena entre los dedos. Ese wayki la viene pasando mal. La propia presidenta lo dejó con la mano extendida en la parada militar. A Dina le habrían dicho que no le convenía una foto oficial, en tan magno evento, estrechando la mano con su chochera confeso y, en muy poco, su futuro delator. A Dina se le ajusta el cerco con la muy probable prisión preventiva de su querido hermano Nicanor y su exabogado Castañeda. El hermanísimo estuvo en todas. Dina le dejó la cancha libre para hacer y deshacer con los prefectos y subprefectos. Nicanor no tiene un puesto en el Estado porque incurriría en nepotismo. Pero según su wayki Víctor Torres, se mandó hasta con contrataciones en el IPD. El gobierno de los Boluarte se creyó que gobernar el Perú era como administrar el Club Apurímac. Tan embriagados de poder con un mal trago, que sale un ministro de Agricultura a decir que en el Perú nadie tiene hambre. La FAO ha publicado un informe contundente que desmiente a don Ángel Manero, que anda de licencia sin goce de haber luego de tan torpe declaración.

Hay que volver a darle una vuelta más a lo que ha pasado con Urteaga, el wayki, el defensor y Chirinos. Hay un pueblo que empieza a levantar la voz. Es un país que quiere ley, aunque no parezca. Los que creen eso, están a punto de convertir al Perú en cualquier Tacora sin suerte. Mantener la voz en alto nos diferenciará de la Venezuela que ciertos convenidos repudian, de la puerta para afuera, pero que aquí adentro petardean las leyes y la democracia a su regalada gana, tal como el dictador venezolano.