Sesenta y dos años, casi el mismo número de días sin responder a la prensa y cinco por ciento de aprobación. Sin embargo, la misma noche de su cumpleaños, Dina Ercilia se animó a practicar su más falsa sonrisa para acercarse algunos segundos a los periodistas que llevan dos meses aguardando por alguna declaración. Como era de esperarse, no dijo nada. Una frase escueta acompañada de esa soberbia que tan bien la acompaña y punto. ¿Para qué hablar más –seguro pensó– si igual ya nadie me cree?
Déjenme decirles que en eso no se equivoca. Tendría que ser muy tonta para siquiera pensar que la gente confía en ella. ¿Qué credibilidad puede tener una señora que aparece en la palestra pública abrazando un ideario comunista, defendiendo desde su cargo de ministra y vicepresidenta al inefable Pedro Castillo y al rato –luego del golpe de Estado y asumiendo constitucionalmente el cargo de jefa de Estado– decide aliarse con esa derecha bruta achorada que solo meses antes buscaba inhabilitarla escupiéndole en la cara palabras de grueso calibre como “comunista” y “filosenderista”?
Pero claro, como en política las coincidencias no existen –y a la hora de la hora lo único que importa es mantenerse anclado en el poder– esa misma especie política que tiene como hábitat al parlamento nacional no dudó en buscar a la otrora zurda de pensamiento terruco para pedirle la mano. Hipocresía pura y dura, al mejor estilo de nuestra historia, donde hemos visto a varios hasta perreando en algún mitin y luego clavarse cuchillos en los ojos sin mayor asco.
Ay, la política peruana. Transcurren los años, cambian los personajes, otros sobreviven con ganas de seguir postulando al menos por joder y así, hasta quién sabe cuándo.
El viernes treinta y uno de mayo, desde temprano, iban llegando algunos regalos a Palacio de Gobierno. Un par de arreglos florales, grandes cajas que difícilmente encubrirían algún Rolex y cajas que parecían más de bisutería de Unique que aretes de diamante. Obviamente del wayki no recibió ni un mensaje. Recuerden ustedes que el gobernador de Ayacucho ya amenazó con movilizar a su región si el Gobierno no le da mil millones de soles. ¿Alguien creyó que tanto oro era gratis? Claramente, en la Casa de Pizarro no hubo mayor motivo de celebración. Lo que sí existió fue una convocatoria de prensa desde el día anterior para invitar a la prensa al simulacro que la mismísima presidenta lideraría desde las instalaciones del Centro de Operaciones de Emergencia (COEN) en Chorrillos. Por la mañana, antes de la citación, dos recordatorios para que los periodistas no dejáramos de asistir y luego –después de tanta insistencia para lograr una gran cobertura– Dina Ercilia se limitó a hacer su entrada triunfal y ordenó que el grupo de reporteros se mantuviera lo suficientemente aislado como para no realizarle ninguna pregunta.
Las quejas no se hicieron esperar. Fue tanta la indignación y la presión en redes sociales, que la cumpleañera –ya de regreso en Palacio y con sonrisa resplandeciente– bajó a ese llano al que mira desde arriba con asco y declaró: “Solo quería saludarlos por hoy día, esta es su casa. Acá estamos siempre por ese respeto a la libertad de expresión”.
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Increíble que un nuevo rostro te quite la sangre de la cara.
Cinco por ciento de aprobación, cinco, pero con ella no es el tema. Habla de respeto a las libertades y no reconoce siquiera a los cincuenta muertos que carga sobre la espalda y pesan en su conciencia. Habla de derecho a la información y no se atreve a enfrentar las gravísimas investigaciones en su contra que obran en el Ministerio Público. Para mentirosas, Dina Ercilia. A través de sus abogados ya no sabe qué nueva estrategia poner en práctica para anular sus procesos. Primero tutela de derechos. Después, una demanda competencial para ver si el Tribunal “amigo” le hace el favor que el Poder Judicial le negó y ahora, hasta acusación constitucional contra el fiscal de la Nación por haber “osado” denunciarla apelando a una figura casi exacta que permitió que a su exsocio –Pedro Castillo– se le acusara. Es cierto, el denunciante esta vez no es un personaje político. Sin embargo, se trata de alguien muy cercano al exministro Jorge del Castillo y otras figuritas capaces de todo con tal de salvar al único salvavidas que queda para que el Congreso naufrague dos años más.
Y en medio de ese océano donde no se vislumbra ningún rastro de tierra firme, estamos nosotros. Un grupo de ciudadanos hartos de tanto descaro, de que nos sigan viendo la cara de cojudos.
Solo en una semana, el Congreso se encargó de arremeter contra los movimientos regionales para evitar competencia en las próximas elecciones. Medida desesperada de los naranjas, Porky’s lovers y amigos de Luna que no consiguieron colocar un solo gobernador en los últimos comicios y –como es de esperarse en una dictadura parlamentaria– a los que no se les puede ganar en las urnas, se les destruye a través de las reformas.
Nunca antes la Constitución política, la ley de leyes, la Carta Magna, había sido tan vilmente manoseada. Lo que está haciendo el Congreso es violarla en manada de manera criminal, constante y sistemática.
Para el 2026, el terreno ya está casi listo: regresaremos a la bicameralidad donde cualquier mequetrefe podrá ocupar cargo de diputado y ahora también de senador. Se busca que los delitos que conllevan penas de menos de seis años de cárcel no sean considerados como “organización criminal” y Rafael López Aliaga no descarta abandonar el sillón municipal para intentar ocupar el presidencial. No ha logrado conseguir las motos que prometió, las playas artificiales terminaron siendo una tremenda estafa y –ahora con el anuncio del desembolso de casi trece millones de soles para comprar carruajes para mejorar el tránsito en el Centro Histórico– no se sorprendan si el próximo año lo vemos haciendo campaña desde una carroza empujada por caballos. No logró convertir a Lima en potencia mundial, pero puede que la transforme en la capital medieval.
Mientras tanto, en otra esquina, vemos a la eterna candidata Keiko Fujimori de lo más preocupada por la salud de los peruanos. Primero con su “lucha” para que el pueblo acceda a medicamentos genéricos y ahora desesperada por combatir la anemia a través de la distribución de arroz fortificado. Qué lindo hubiera sido verla tan activa, sensible y humana cuando lideró una mayoría parlamentaria aplastante y no hizo más que traerse abajo iniciativas a favor de la salud y educación, ¡Cómo has cambiado, pelona!
Lo más increíble es que ahora sabemos que no es ella quien está detrás de esta nueva estrategia de humanización y acercamiento a la gente de a pie. Ha sido el propio Miguel Torres quien, en una entrevista reciente, admitió que la persona que decidiría el nombre del/la candidata de Fuerza Popular sería el patriarca Alberto Fujimori. Sí, el exdictador moribundo que hasta hace poco recibía los santos óleos, ahora no solo tiene asistente y gasolina como cancha, también es y seguirá siendo el artífice de una campaña tan apócrifa como la historia manipulada que se encarga de viralizar para quedar como el chino pacificador que combatió el terrorismo.
Esto es lo que hay, lo que tenemos, lo que seguramente perdurará hasta el 2026. No sé si el alma y cuerpo de más de treinta y tres millones de peruanos puedan seguir sobreviviendo a esto. Lo único que tengo claro es que los asaltos, el irrespeto a los derechos fundamentales de los seres humanos, la corrupción y las mentiras seguirán siendo nuestro pan de cada día. A veces pienso que es mejor morir de inanición que recibir las migajas de un alimento que no solo no alcanza, sino que también intoxica y –poco a poco– también nos mata.