El debate sobre la debilidad o fortaleza del gobierno, según quién responda, si el MEF o la presidenta y su combo, frente a un congreso desbocado, en el que ambos juegan a ejercer un poder que solo ellos creen tener, es absurdo pues legislativo y ejecutivo solo son un par de pigmeos en un país en el que el único actor que no cesa de fortificarse es el crimen organizado.
Eso comentó Mirko Lauer en el 4D de LR+ de anteayer a mi pregunta de, si el congreso y el gobierno son un par de alfeñiques sin poder, entonces quién corta el jamón hoy en el Perú.
En efecto, casi todos los protagonistas de la oficialidad nacional deambulan por el escenario, algunos buscando sobrevivir legalmente en esta jungla, y otros tratando de que les caiga alguna migaja de quienes realmente la llevan hoy en el Perú, muy bien posicionados en ese espacio en el que no se conocen muchos nombres pero que se sabe que existe llamado el crimen organizado.
Es un árbol que tiene ramas distintas, como la minería ilícita, narcotráfico, tala ilegal, universidades truchas, trata de personas, entre otras, las cuales tienen el tronco común del crimen.
De esas ramas se alimenta una parte importante de la población, generando empleo para más de un millón de personas, pero, también, muchos actores de la oficialidad más evidente.
Pedro Castillo fue, asimismo, punta de lanza de la criminalidad puesta en palacio para decidir a su servicio, tal como lo hacen gobernadores y alcaldes de todo el país. O como el congreso, donde hay bancadas trasversales con parlamentarios de distintos partidos que coinciden con orden silencioso para votar, por ejemplo, por el Reinfo.
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Esta criminalidad cada vez más poderosa se mueve por todo el país, oponiéndose al desarrollo de actividades económicas formales. Por ejemplo, las que persiguen a empresas agroindustriales formales en la Amazonía, con el ardid de defender el ambiente y la selva, con el mismo modus operandi de los que hace un tiempo expulsaron a Minera Manhattan de Tambogrande con el biombo de proteger limones para volverla emporio de minería ilegal.
Expresiones distintas del poder criminal organizado que no para de crecer con la complicidad de sus dependientes de la escena oficial, pública y privada.