Margaret Mitchell, escritora proveniente de Atlanta, plasmó lo vivido durante la guerra civil de USA en una novela que tituló Lo que el viento se llevó. Hoy, en el Perú podemos describir nuestra realidad actual con el título: ‘Lo que el Congreso se llevó’.
La cruda realidad que vive el Perú es obra y gracia del Congreso de la República, que se ha convertido en una máquina demoledora de nuestra débil democracia, cual viento agresivo se está llevando por delante las reformas mínimas que sostienen nuestra institucionalidad, lo cual provoca un conflicto social.
Su accionar dantesco empezó el 2016, cuando el fujimorismo alcanzó una amplia mayoría y junto con sus satélites ejerció una política de odio hacia el Perú. Desde entonces, la mayoría de los congresistas han cambiado el comportamiento ético y de estadistas por el de mercenarios de la política que responden a particulares intereses que atentan a los de la nación. Han dejado de lado una de sus funciones constitucionales, la de representación; por ello, antes se les conocía como ‘padres de la patria’, hoy el pueblo no los quiere ni como ‘padrastros’. El debate técnico y alturado lo han reemplazado por los insultos y descalificaciones; a la palabra caviar la han convertido en un argumento repetitivo.
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El viento que campea en el Congreso de la República se ha llevado a las buenas costumbres, los principios y el sentido de patria expresada en diversas acciones como: la inhabilitación selectiva de algunos miembros de la Junta Nacional de Justicia, por un acto de venganza. La demolición del sistema de justicia porque muchos de ellos y sus líderes tienen carpetas fiscales, por ello buscan impunidad. Han desaparecido la estabilidad política del país, que trae consigo una crisis económica reflejada en el incremento del costo de vida, el alejamiento de las inversiones y la pérdida de empleos formales. Están golpeando al sistema electoral para copar sus organismos electorales con el objetivo de desaparecer su esencia, que es la neutralidad y garantizar su triunfo en las próximas elecciones generales. Han arrasado con la voluntad popular expresada en el referéndum del 2018, en el que el pueblo dijo NO a la bicameralidad. Han desaparecido el equilibrio de poderes consolidando la vergonzosa sumisión ante ellos de la presidenta de la República, quien se autocalificó como ‘madre del Perú’, y la población le ha respondido que prefiere ser ‘huérfana’. Han atentado contra las reformas que garantizan la calidad universitaria y de manera elocuente han copado el Tribunal Constitucional y la Defensoría del Pueblo, lo cual rompe su autonomía.
Ante esta situación, el rechazo de la población hacia el Congreso de la República y la presidenta es amplio y generalizado; estos se lo han ganado a pulso porque se han puesto de espaldas al pueblo. Los hombres y mujeres de bien, las fuerzas democráticas y los organismos internacionales no solo tenemos la obligación de compartir su frustración y decepción, sino también ponernos de pie para luchar junto con ellos en defensa de nuestra patria.
Imbuidos de principios éticos y democráticos, debemos defender nuestra democracia para librarnos de nuestros actuales opresores que solo buscan satisfacer sus apetitos voraces sin importarles el destino del Perú. Hagamos un solo puño para enfrentar con valentía a las fuerzas oscuras, que lanzan misiles cargados de desinformación. Caminemos sin miedo con la bandera de la libertad y la fuerza de nuestro amor por la patria, uniendo los corazones a través de un sentimiento nacional que recorra la costa, la sierra y la selva. No permitamos que el viento del Congreso se lleve nuestro futuro prometedor y lo entregue sin reparo alguno a los que pretenden saquear o incendiar al Perú. ¡La patria se defiende, no se regala, tampoco se vende!