Es el momento de las naves de guerra en el mundo. Varias de ellas, de Chinas y Filipinas, acaban de trenzarse frente a las costas de este último país. Hace pocos días los hutíes de Yemen han renovado sus ataques contra barcos militares de los EEUU. Ucrania declara haber neutralizado un barco ruso en el Mar Negro. La lista es más larga.
El agua –océanos, mares y lagos- ha regresado a ser el espacio privilegiado de muchas estrategias militares. Como lo dice The Economist, “La fuerza naval ha vuelto a ser el corazón de la competencia”. Hay allí una alusión a las flotas de alta mar que despliegan los EEUU y China. El primero por todas partes, el segundo sobre todo en el mar de China y en la protección de flotas pesqueras de todo tipo en los siete mares.
La gran pugna naval hoy en el mundo es sobre todo por controlar rutas comerciales, pero también para ubicarse en situación propicia para realizar una invasión o impedirla, según el momento. La diplomacia de las cañoneras, que ya parecía superada, goza de buena salud en muchas partes del mundo. Un barco bien posicionado puede valer más que un ejército.
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Pero hay una tercera tarea de lo marítimo, que es ejercer soberanía sobre mares y archipiélagos. El mar de China es escenario de amagos, y hasta leves choques, de varias flotas nacionales. Las flotas definen espacios: el Mar Negro, el Mar Rojo, el mar del Sur de China, el estrecho de Taiwan, y últimamente el estrecho de Ormuz.
Hoy el gran aliado del nuevo auge de lo marítimo es el dron, que opera en el perímetro de las naves, protegiéndolas o proyectando su fuerza de ataque. En cierto modo como arma aérea ha reemplazado al submarino, al que las tareas de acompañante le han quedado chicas. Hoy son más los drones quienes aparecen hundiendo naves enemigas.
Los hutíes, que pueden ser vistos como la primera guerrilla naval de gran calibre en la historia, han comenzado a atacar y destruir importantes cables de comunicación internacional, lo cual da un nuevo giro a la violencia en el mar. Eso de que las guerras están liquidando la globalización está cobrando sentidos cada vez más literales.