La presidenta Dina Boluarte parece caminar de vez en cuando con vínculo lejano de la realidad, y una de las expresiones de sus alucinaciones es que ella y su círculo cercano creen que es posible construir un proyecto político que vaya más allá del 2026.
Eso es una distorsión de la realidad pues lo mejor que podría pasarle a su gobierno es que logre llegar a la orilla del 2026, algo que va a requerir que haga algo relevante para, al menos, paliar problemas como la inseguridad ciudadana y la economía familiar.
Pero no es así como ve las cosas el gobierno, donde gracias a investigaciones periodísticas como las de Cuarto poder es evidente que, con el liderazgo del hermanísimo Nicanor Boluarte y el respaldo inequívoco de su hermana presidenta, se ha lanzado un proyecto llamado Ciudadanos por el Perú.
La participación en política es una vocación legítima que no se debería criticar, sino todo lo contrario, salvo que se trate de un gobierno precario como el de la presidenta Boluarte, no por su origen, constitucionalmente impecable, sino por su baja popularidad y porque su objetivo principalísimo de durar erosiona su capacidad para hacer que el período que resta hasta el 2026 sea provechoso para los peruanos.
Dicha situación se complica aún más cuando se va volviendo obvio que los hermanos Boluarte usan el poder con descaro para promover ese proyecto político, usando recursos públicos para nombramientos y proyectos en los que se contrata a personas del partido Ciudadanos por el Perú, así como mediante el empleo de los prefectos para sus fines políticos, entre otras dependencias del Estado.
La presidenta Boluarte niega que su hermano Nicanor tenga influencia en su gobierno, pero la verdad es que ahí él corta la mitad del jamón (la otra mitad es del premier Alberto Otárola).
Boluarte es una política de pocas habilidades que está haciendo lo mejor que puede —que no es mucho— y hasta ahora no le va mal en el objetivo de durar, pero de ahí a pensar que puede liderar un proyecto político más allá del que le correspondió por ser vicepresidenta de Pedro Castillo —posición que mancharía cualquier CV— hay un abismo del cual solo podría surgir si es que Dina alucina con que tiene poder.