El INEI ha publicado hace poco la Cuenta satélite de la informalidad basada en las cuentas nacionales y las encuestas nacionales de hogares para el periodo 2007-2021 (1). Son cifras basadas en las mejores estadísticas. Veamos algunos de sus hallazgos, antes de entrar a las economías delictivas.
En el 2021, el PBI peruano ascendió a 868.000 millones de soles: el 82,4% correspondió al sector formal y el 17,6% restante fue para el sector informal.
Luego viene el empleo en el sector informal de la economía: es el 56% del total, mientras que el empleo en el sector formal fue inferior: 44%. Dice el INEI: “En el 2021, el sector informal produjo un poco menos de la quinta parte del PBI nominal (17,6%) con más de la mitad del empleo de la economía (56%), lo que evidencia su baja productividad respecto al sector formal”.
También dice el INEI que, del 2007 al 2013 (durante el superciclo de altos precios de las materias primas), la tasa de crecimiento promedio del PBI fue 6,4%. En esos años, el empleo informal descendió, aunque no mucho. Sucedió lo inverso del 2014 al 2021, cuando el PBI anual promedio solo creció al 2,4%: el empleo informal aumentó.
Ahora bien, la economía mundial no está “en modo superciclo”. Los pronósticos son de un estancamiento fuerte en los próximos 10 años: el Banco Mundial habla de una “década perdida global”. No hay forma de que “el crecimiento económico” disminuirá la informalidad laboral.
No solo eso. Existe una importante correlación entre informalidad y pobreza, en buena medida debido a la baja productividad. De acuerdo con el INEI, el 94,9% de los trabajadores pobres son informales. Dicho de otra manera: casi todo el 26% de pobres (cifra que para el 2023 puede llegar al 30%) que hay en el Perú son informales.
Asimismo, el rápido crecimiento durante el superciclo tuvo un impacto poco significativo en la reducción de la informalidad. El estancamiento, el choque del Covid-19 y ahora la recesión nos dejan un balance crítico. El 48% de los trabajadores tiene un ingreso por debajo del mínimo necesario para la compra de la canasta básica de consumo. El crecimiento del empleo informal ha aumentado el contingente de pobres.
El tema de la informalidad en los países en vías de desarrollo se viene estudiando hace décadas. No se sabía bien cómo contabilizar a quienes no estaban en la estadística de desempleados (ya que no estaban ni buscando trabajo) ni tampoco estaban registrados en un empleo formal.
Se comenzó a darles diferentes denominaciones, como “cuentapropistas” (trabajan “a cuenta propia”): lo que abarca desde “cachuelos” para vivir y/o ser vendedores ambulantes. El punto más alto se alcanzó cuando se comenzaron a crear pequeñas empresas informales.
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La literatura poco a poco “se fue formalizando” por organismos como la Cepal y el Banco Mundial. Pero fue la Organización Internacional del Trabajo (OIT) la que definió a la economía informal como el conjunto de actividades económicas que no están cubiertas de manera adecuada, en todo o en parte, por los sistemas formales de los países.
Al mismo tiempo, se hizo el listado de los problemas de la informalidad: la evasión tributaria, la escasa regulación y estándares de seguridad, estrategias de sobrevivencia frente a la pobreza, vulnerabilidad a la explotación, servicios financieros informales (préstamos “gota a gota”), entre otros.
Sería muy largo hacer un recuento de las políticas que buscan dar solución a estos problemas. Pero sí es importante resaltar una iniciativa reciente de la OCDE. Dice: “La idea del contrato social proporciona un lente analítico útil por varias razones. Ayuda a evaluar los problemas del statu quo: las fallas sistémicas, los puntos ciegos, las relaciones injustas y las suposiciones tácitas que reproducen las desigualdades que perjudican a los trabajadores en la economía informal. También nos advierte que no debemos caer en una situación de desigualdad aún más profunda, en la que se intensifican las formas depredadoras del capitalismo y las acciones punitivas del Estado” (2). Contrato social, OCDE dixit.
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En los países industrializados, la informalidad promedio ronda el 20%. Pero, en América Latina, la informalidad es un problema serio. Los países con la menor tasa de empleo informal son Uruguay (22%) y Chile (27%). Después vienen Brasil (39%) y Argentina (49%, data del 2021), seguidos de más lejos por México (57%), Colombia (63%), Perú (68%), Ecuador (69%) y El Salvador (69%). En la cola están Guatemala (79%), Honduras (83%) y Bolivia (85%).
El problema de fondo, ya discutido en un anterior artículo (3), proviene de la incapacidad del sector formal en generar la cantidad de empleos suficientes para absorber la mano de obra presente, así como aquella que ingresa cada año al mercado laboral, que se estima en 200.000 personas anuales. La salida en este caso va por el lado de las políticas activas para el desarrollo productivo-industrial, así como de nuevos motores de crecimiento.
Lo inquietante es el enorme crecimiento de las economías delictivas, que han fracturado el tejido económico y social de varios países de América Latina: economía formal, economía informal y ahora la economía delictiva. Los trabajos de Francisco Durand nos revelan el entramado político entre las tres economías.
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Sabemos por la Cuenta satélite que la informalidad “aporta” el 17,8% del PBI de 868.000 millones, o sea, 153.000 millones de soles. Ahora la pregunta es: ¿cuánto contribuyen al PBI las economías delictivas? Tala ilegal, minería ilegal, hoja de coca, narcotráfico, trata de blancas, corrupción, sicariato, delincuencia. Según cálculos de Basombrío, Vera y Valdés, dichos ingresos fueron de US$7.000 millones. Son ingresos, no participación en el PBI, como la Cuenta satélite. ¿Otra Cuenta satélite para las economías criminales?
Hay un abismo entre informalidad y economía delictiva. Eso está claro. Pero también los linderos entre ambas se vuelven cada vez más débiles, sobre todo si se toman en cuenta los “incentivos” de las economías criminales y las redes de corrupción que llegan a todos los poderes del Estado. Muchas tienen a la demanda externa y a los precios internacionales como fuente principal de ingreso y de ganancia. Es el caso del precio del oro, del tráfico ilícito de drogas y de la fauna y flora silvestre (maderas). La economía nacional puede estar en recesión, pero no las economías criminales.
No se puede entender el funcionamiento de la economía solo desde los agregados económicos formales.
1) INEI: Producción y empleo informal en el Perú: Cuenta satélite de la economía informal 2007-2021 https://bit.ly/3Orbqfc
2) OCDE, Informalidad y globalización https://bit.ly/48Yde7A
3) El Perú se ha lumpenizado https://bit.ly/4aL6onk
Humberto Campodónico. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.