La prosa periodística de Eloy Jáuregui Coronado es como el mejor chilcano surquillano: después de una primera probada, siempre pides más. De esto se dio cuenta hace unas dos décadas y comenzó a publicar como un poseso colecciones de reportajes, crónicas, perfiles, entrevistas y piezas periodísticas de cuanto género se le apetecía. Para las generaciones que no disfrutaron de las redacciones donde reinaban las máquinas de escribir, dominaba el olor a tabaco y se combatía cuerpo a cuerpo con el tiempo, Usted es la culpable: crónicas periodísticas (2004) fue un verdadero acontecimiento.
Después de Profundo vello (o guitarra con cuerda rota) (2010), Jáuregui lanzó en librerías, en un solo año, tres colecciones: Pa’bravo yo: historias de la salsa, El pirata: historias de la música criolla y Sabor a mí: historias del bolero. Los tres en 2011. Escribía con conocimiento de causa: compartía secretos con sus personajes.
“El infarto musical que me produjo la desaparición de Lucha Reyes en 1973, tuvo de sortilegio, embrujo y rito místico. (…) La muerte de Lucha Reyes significó una fractura traumática en mi familia porque fue una mujer a quien quisimos como una hermana mayor”, escribió.
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Y sobre Julio Ramón Ribeyro: “Fue amigo también de mi padre, allá en su pequeña librería del Parque Universitario. ‘Habla poco el hombre, pero dice muchas cosas’, me dijo el viejo aquella vez que terminaron al fin poniéndose de acuerdo —luego de citar a Kid Chocolate, Sugar Ray Robinson y Floyd Paterson— en que Mauro Mina debió ser campeón mundial de los pesos semipesados”.
El ingreso en la era digital azuzó el entusiasmo de Eloy Jáuregui, lo que significó un incremento notable de su producción periodística, que compiló en El más vil de los ofidios (2013), Tu mala canallada (2014) y Caza propia: crónicas (2017), además de publicar el sustancioso ensayo Una pasión crónica (2018). Luego de superar dos veces a la indeseable Covid-19, emprendió la selección de artículos para un nuevo libro. Jáuregui sabía que sus seguidores siempre pedían más, como el mejor chilcano surquillano.
“Yo no lo inventé pero asistimos al momento de lo efímero”, apuntó en el prólogo a El más vil de los ofidios: “Un tiempo donde se rinde culto a la velocidad, las modas, la economía de los sexos, la metamorfosis de la ética, la explosión del lujo, las mutaciones de la sociedad de consumo y simultáneamente, habitamos en la abundancia de noticias y la más perfecta desinformación”.
Jáuregui reconvenía a los colegas que se rinden al facilismo del breaking news y se olvidan del contacto humano, de las fuentes, de recorrer las calles. Les decía que, si seguían así, nadie los recordaría. No le faltaba razón. Mucho mejor es, parafraseando un bolero de Héctor Lavoe que le encantaba, emborracharse de Eloy.