Casa y hogar. Estado y nación, por Alfonso López Chau

“Necesitamos líderes como el agua. Los necesitamos en la derecha, en el centro y en la izquierda”.

(*) Rector de la UNI, vicepresidente de la Aunap y exdirector del BCRP

No es lo mismo tener casa que tener hogar. Uno puede tener casa, aunque no tenga hogar. Y tener hogar, aunque no tenga casa. La mayoría de la juventud de Perú que contrae matrimonio tiene hogar, ama a su familia, pero viven en la casa de los padres porque no tienen casa. Otros pueden tener un caserón, de tres mil metros cuadrados con 4 autos, cancha de frontón y piscina. Tienen casa, pero no tienen hogar, sus integrantes se acuchillan por la herencia.

La casa es el Estado, la nación es el hogar, de modo que se puede tener Estado, aunque no se sea una nación y ser nación, aunque no se tenga Estado. ¿Quién puede dudar de que los judíos antes de la década del sesenta eran nación, aunque no tenían Estado? ¿Quién puede dudar de que los palestinos son una nación? El caso del Perú parece ser lo contrario, se tiene Estado, himno y escudo, pero todo indica que no se ha culminado el proceso de conformación de la nación peruana.

La nación como el hogar tiene por esencia a un sistema de valores compartidos, en el que pueden converger distintas creencias en las que la unidad no es sinónimo de unanimidad, por el contrario, supone la diversidad, la heterogeneidad; es entonces fortaleza, no debilidad.

El Estado-nación devino en la historia, en Estado de derecho; todo Estado de derecho supone una Constitución y toda Constitución que se respete tiene un preámbulo, el preámbulo refleja el sistema de valores que un país se otorga, refleja su consenso con proyecto nacional, por eso las constituciones son debatidas por la ciudadanía. Las constituciones tienen preámbulo y son para unir la nación.

La actual, como señalaba el constitucionalista Carlos Fernández Sessarego, no tiene preámbulo y divide al país. Uno de los pilares de todo proyecto constitucional es que debe decirnos cómo ha de transmitirse el mando y el poder, debe proponer el sistema de partidos que más se acomode a su historia. Tiene que decidir si quiere un sistema unipartidista, bipartidista, tripartidista o multinada como es actualmente en el Perú.

Al ser el Estado el que sirve a la nación, porque se nutre a la larga de sus jugos, torna en imperiosa la necesidad de un proyecto nacional que nos cobije a todos. El proyecto nacional es un instrumento para la realización de la nación en el Estado-nación, en la búsqueda de consensos mínimos, de consensos básicos, de lugares comunes si se quiere, como defender la separación de poderes y la autonomía de instituciones constitucionales. Necesitamos líderes como el agua. Los necesitamos en la derecha, en el centro y en la izquierda. Son los malos líderes los que pueden cometer una transgresión peor que el de la corrupción, que finalmente es un tema del juez y del policía. Los líderes malhechores pueden pervertir el alma de una nación.

En la coyuntura actual y desde hace 200 años, es urgente, por eso, el consenso básico de la recuperación moral del ejercicio del mando y el poder.