El 2024 arranca con la proliferación de pronunciamientos e iniciativas en torno a la identificación y construcción de consensos que no están pensados para aplicarse en el gobierno actual, sino para el siguiente, siendo la oportunidad —2026 o antes con un adelanto electoral— un punto que divide a quienes pretenden actuar en política.
Pues es obvia, y sin duda legítima, la intención de casi todos los que participan en estos esfuerzos de concertación, de tener algún tipo de participación o influencia política para aplicar las ideas que plantean. “Salvo el poder, todo es ilusión”, decía Lenin con razón.
Estas iniciativas incluyen desde consultas a distintos espacios de la ciudadanía, hasta encuentros que surgen en distintos espacios, desde el tradicional del Acuerdo Nacional hasta empresariales, sindicales, academia, ONG, periodismo, regionales, organizaciones sociales y políticas.
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Esto refleja, primero, la convicción de que se requiere aunar esfuerzos en un contexto de fragmentación; segundo, la existencia de financiamiento de distintas fuentes para estos emprendimientos; y, tercero, lo fácil que es hablar de concertación, pero lo difícil que es construir consensos específicos.
Esto se evidencia en lo ocurrido con Coalición Ciudadana, cuyo bien intencionado lanzamiento de hace unos días tuvo tropiezos, como no precisar correctamente que su pronunciamiento no era de todas las instituciones que la conforman, sino solo de una docena de sus miembros que pronto quedaron en diez por el retiro de dos de los originales, uno de izquierda y otro de derecha.
Uno de los motivos fue la inclusión en el pronunciamiento de un adelanto electoral que, si bien tiene el respaldo de cuatro de cada cinco peruanos, no tiene aceptación general en sectores con algún liderazgo en el país, que prefieren que se cumpla el mandato constitucional hasta 2026, tanto para no generar inestabilidad como por razones de inviabilidad de realpolitik, y por la cruda realidad de que una nueva elección, sin cambiar las reglas, produciría los mismos problemas recientes.
Lo cual hace pensar que, en vez de plantear adelantos electores sin viabilidad política real, lo mejor sería construir consensos sobre cómo organizar mejor las próximas elecciones.