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Opinión

Primero las víctimas, por Ángel Páez

“Es fácil identificar al periodismo irrelevante, de pobre calidad, olvidable. Es un tipo de periodismo que ningunea, entierra, invisibiliza. Y lo hace por posturas ideológicas, políticas o de conveniencia”.

larepublica.pe
PÁEZ

Es fácil identificar al periodismo irrelevante, de pobre calidad, olvidable. Es un tipo de periodismo que ningunea, silencia o invisibiliza a las víctimas. Y lo hace por posturas ideológicas, políticas o de conveniencia. Borrar de la cobertura noticiosa por cualquier motivo a las víctimas es una traición al periodismo.

En Collision of Power (2023), las memorias de Martin Baron, el exdirector de los periódicos The Boston Globe y The Washington Post recuerda el significativo impacto que tiene hasta el día de hoy la investigación que dirigió sobre los sacerdotes pedófilos, encubiertos por la poderosa jerarquía eclesiástica de Boston.

El caso se encontraba estancado 18 años en los tribunales, y ningún cura había recibido condena. Baron se dio cuenta de que el problema radicaba en que las víctimas nunca habían recibido la atención que merecían. Cuando The Boston Globe comenzó a publicar los testimonios de los abusados, estos animaron a otros a declarar sus propias experiencias y a identificar a varios agresores. La ola de acusaciones motivó a las autoridades a actuar y a sancionar a los imputados. Si el diario que dirigía Martin Baron se quedaba callado como el resto, probablemente los afectados nunca habrían encontrado justicia.

“En The Boston Globe iniciamos una investigación que ofreció espacio a las víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes, las que exigían cuentas al cardenal Bernard Law, a la arquidiócesis de Boston y a toda la Iglesia católica por un encubrimiento que llevaba décadas. Esa historia ha tenido un impacto duradero y llegó hasta el Vaticano”, escribe Baron en sus memorias: “Este caso es un recordatorio sobre mi propósito en el periodismo”.

Con motivo de la excarcelación de Alberto Fujimori, sucedió todo lo contrario. Varios medios periodísticos ofrecieron amplia cobertura a quienes justificaban que el exdictador sentenciado por homicidio y secuestro regresara con su familia porque había “cumplido” con buena parte de la condena, además de estar muy “enfermo” y en avanzada edad. Afirmaban que negarle la libertad era una expresión de “odio antifujimorista”.

Los familiares de las víctimas del destacamento Colina, la organización criminal del Ejército que asesinó bajo las órdenes de Fujimori, virtualmente fueron desaparecidos de la cobertura de los medios. Estos prefirieron reportar la alegría de la familia Fujimori con tanta insistencia que parecía que compartían la misma alegría.

Son los mismos medios y periodistas que repiten la mentira de que las víctimas de Barrios Altos y La Cantuta sí eran terroristas, el mismo argumento de los homicidas del destacamento Colina. Son los mismos que secuestran, ejecutan y entierran en fosas comunes a lo más preciado del periodismo: la verdad.