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Opinión

Se mueve el mercado electoral, por Augusto Álvarez Rodrich

Una buena noticia, pues sirve de desfogue social a la crisis.

larepublica.pe
AAR

Un buen desfogue para la creciente tensión política y social del momento actual que se fortalece por el agravamiento de la crisis económica y la inseguridad ciudadana es el aún tenue, pero no por ello menos relevante, inicio de las especulaciones, rumores, cotorreos y lanzamiento de globos de ensayo alrededor de candidaturas presidenciales en principio para el 2026 —como marca el calendario electoral regular—, aunque en el Perú en estas cosas nunca se sabe, como lo evidencian los seis presidentes que han ocupado palacio de gobierno en siete años, lo que correspondería a tres décadas si se tiene en cuenta que los mandatos son por cinco años.

Desde las especulaciones en torno a las intenciones políticas del empresario Carlos Añaños por la derecha, luego de su renuncia a Avanza País y la conversación que tuvo con dirigentes del Partido Morado —lo que no significa ninguna concreción, pues, como decía el líder aprista Ramiro Prialé, conversar no es pactar—; hasta, por la izquierda, con la inminente inscripción del partido Nuevo Perú de Verónika Mendoza con el añadido de ‘Vivir Bien’, como ocurre con esos productos que urgen de un relanzamiento y necesitan un nuevo guiño comercial del tipo ‘y ahora con puntitos azules’, son algunas expresiones de que se empieza a mover el hasta ahora aletargado mercado electoral.

Son solo un par de eventuales candidaturas que se suman a otras ya tradicionales o inocultables, desde la de Keiko Fujimori, que, habiendo perdido tres segundas vueltas consecutivas, las dos últimas por apenas 40 mil votos, cree que a la cuarta será la vencida para salir de su reinado del subcampeonato; hasta la de centroizquierda del rector de la UNI Alfonso López Chau.

Y como esas, hay muchas más, entre los que integran el elenco estable de las candidaturas electorales, y las nuevas que van apareciendo, de todos los colores y pelajes, lo cual constituye, más allá de la calidad de las postulaciones, una buena noticia, porque el surgimiento de alternativas al poder vigente permite ir construyendo la ilusión y la expectativa de que el futuro puede cambiar —para bien, se entiende—, aunque eso finalmente, como suele ocurrir, no se concretará.