La ciencia, el territorio de la precisión, excluye al síndrome posvacacional de la lista de diagnósticos. Un paciente padece de dengue, diabetes o trastorno de bipolaridad, pero no de un conflicto anímico a causa de la reincorporación al trabajo. Sin embargo, su existencia —en un plano coloquial que llega hasta el océano de Google— delata la dificultad para soltar un pedazo de vida cuyos protagonistas son quienes uno permite.
En suma, durante el recreo más amplio del calendario, es válido mirar el nombre y apellido con el fin bien de saldar abrazos o bien de ignorar chats: la libertad le hace espacio solo al placer, el compromiso queda para el resto del año. Para el antes y para el después.
Antes es un compromiso que, cuando se convierte en el socio venenoso de la responsabilidad, diluye la línea entre disciplina y obsesión y observa al periodo de descanso como un estado de abundancia, un lujo al que únicamente se llega después de la penitencia. ¡Amén! ¡Amén! Después, efectuada esta pausa gracias al todopoderoso derecho constitucional, es un compromiso que se manifiesta en agobio y cansancio anticipado: ¿cuánta carga hay pendiente?, ¿las vacaciones fueron oportunas?, ¿por qué debo retornar?
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De pronto, el eco de un periodo lejos de la agenda te distrae: es octubre —el mes morado, prototipo para la expiación—, quizá martes o quizá jueves, extiendes la sobremesa hasta la siguiente comida, anulas el temor a la resaca y te olvidas de la alarma en el teléfono. Escuchas a la abuela disfrutar de los pasillos de oro: “A las guitarras las hacen hablar”, comenta, y piensas que agrupar a la familia y a los amigos en la misma corriente del río es un evento anual que merece tu interés, tus risas.
Dejaste de ser un individuo cuyos almuerzos de una hora alcanzaban para media ración. Te convertiste en un líder de tu tiempo y te abrigaste en la costumbre. Por eso hoy, con un regreso acreditado en el excel, te pesa la jornada y, sobre todo, el intervalo al cual deberás enfrentarte hasta que lleguen las próximas vacaciones. Toca rezar. ¡Amén! ¡Amén!