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Opinión

Jugando con el tren, por Mirko Lauer

"La dispersión de los presos del Tren de Aragua por diversas cárceles de Venezuela ha sido presentada por Nicolás Maduro como un golpe serio a esta organización criminal".

larepublica.pe
MIRKO

La dispersión de los presos del Tren de Aragua por diversas cárceles de Venezuela ha sido presentada por Nicolás Maduro como un golpe serio a esta organización criminal. La idea es que la cárcel de Tocorón es una base de operaciones para esta banda que opera por toda la región. Un subproducto de la operación sería que los cabecillas se han fugado.

Todo tiene un olor a repetición. El zoológico y la piscina de Tocorón podrían ser los de chez Pablo Escobar en Colombia. La fuerza combinada de 11.000 efectivos movilizados podría haber sido comandada por Nayib Bukele en El Salvador. Lo novedoso aquí es que Maduro se preocupe por la delincuencia, la cual ha sembrado por todas las rutas de Simón Bolívar.

La información oficial sobre el operativo es deficiente. Los efectivos fueron 11.000, se nos dice. ¿Para controlar a cuántos habitantes de la ciudadela carcelaria? No se nos dice. ¿Qué pasará a partir de aquí? No hay información sobre esto. Solo hay quejas de los familiares de los presos que convivían dentro.

El Tren de Aragua ha podido expandirse tanto porque la política de Maduro, la económica y la otra, ha producido un éxodo de millones de personas a los países vecinos y más próximos. Maduro, pues, ha sido, y seguirá siendo, el conductor y fogonero de ese tren. No descartemos que los cabecillas liberados (pues eso fue) pronto aparezcan por aquí.

Se dice que la operación montada por los chavistas nació de haber finalmente escuchado la presión de los países afectados, donde la banda lleva a cabo cada vez más y peores fechorías. ¿Para qué querría el indolente Maduro esa lavada de cara? Todo esto más parece un acuerdo con la banda que un intento de liquidarla o confinarla.

Algún asesor ha detectado que la popularidad de Bukele no es gratuita, y que lo que funciona ahora es la política de las bandas criminales. Pero Maduro quiere jugar los dos extremos contra el medio: ir contra la banda criminal (el asalto) y a la vez ayudar a sus cabecillas (la fuga). Nadie en la región lo va a saludar. Quizás Bukele.

En 1980, unos 10.000 cubanos tomaron la embajada peruana y luego salieron por el puerto de Mariel. No solo Bolívar, también en nombre de Martí se ha movido desposeídos.