Cuando el congresista José Balcázar justificó su voto contra el proyecto de ley que prohíbe el matrimonio infantil afirmó que el inicio temprano de la sexualidad favorece la “psicología” de las mujeres. Para él, es normal que una niña de 14 años tenga sexo con un hombre de 48, lo dijo en televisión. Balcázar es el nuevo presidente de la Comisión de Educación del Congreso.
Milagros Jáuregui, la legisladora que echó sobre las espaldas de una niña de 11 años la “culpa” y condena por un aborto terapéutico tras un embarazo producto de una violación sistemática desde los 7 años, es ahora la nueva presidenta de la Comisión de la Mujer del Congreso.
Transcurridas dos semanas, parece ser que la indignación provocada por estos nombramientos, en un sector de la opinión pública, se diluyó, como suele ocurrir con tantos otros temas que en su momento nos rebelan e indignan. ¿Nos resignamos? Tal vez, hasta que otro caso de horror nos golpee y volvamos a recordar que vivimos en un país hostil y violento para las mujeres, sobre todo, las niñas.
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El caso de Mila generó una corriente de opinión importante a favor de respetar el derecho de la niña a un aborto terapéutico que le evitara un embarazo de alto riesgo y convertirse en madre a consecuencia de una violación sexual. Se logró pese a la presión de grupos conservadores, empoderados por estos tiempos, para evitarlo. Parecía una señal positiva, una señal de nuevos tiempos. Eso pensé con cierta esperanza, la misma que se va diluyendo.
¿Por qué olvidamos tan pronto? ¿Por qué Balcázar y Jáuregui siguen al frente de esas comisiones? Un amigo me dijo, “este es un país ‘conserva’, la mayoría está de acuerdo”. Pero ¿y la indignación colectiva en redes? “Hemos piteado y jo… los de siempre, Patty. Y como estamos dentro de nuestra propia caja, el ruido fue para adentro”.
Jaime tiene razón. Tenemos que salir de nuestros propios círculos, el ruido tiene que ser hacia afuera.