Como a todos, me enorgullece el reconocimiento internacional de la cocina peruana. Según la clasificación World’s 50 Best Restaurants, hay cuatro restaurantes, entre los mejores 50 del mundo, ubicados en Lima, siendo el primero el restaurante Central.
Antes, Lima era la ciudad donde muchos turistas pasaban una noche antes de volar al Cusco. Recientemente esto ha cambiado; la notoriedad que ha alcanzado nuestra gastronomía la ha puesto en la mira en el circuito internacional, y es una enorme oportunidad para el turismo hacia la capital. Sin embargo, sigue muy lejos de alcanzar su potencial; los buenos restaurantes no son suficientes para que la gente se quiera quedar más tiempo o vuelva a visitar.
Las ciudades con mayor afluencia turística del mundo son lugares amables para el turista. Esto significa tener calles con veredas anchas, ciclovías y buen transporte público, además de una combinación de espacios públicos agradables donde pasar el tiempo. Para ser una ciudad atractiva no es suficiente la buena comida si el espacio público es hostil, contaminado, ruidoso y caótico.
Lima tiene el potencial de ser un destino turístico de primer orden: tiene un centro histórico con un patrimonio impresionante; una gran parte de la ciudad es plana, y por lo tanto fácil para los ciclistas; colinda con el mar, tiene una población dinámica y diversa. Sin embargo, para que estas potencialidades se vuelvan activos, se necesita regenerar el centro histórico, transformar el sistema de transporte y remodelar completamente la Costa Verde para hacerla habitable para los seres humanos, entre otras mejoras.
El turismo también necesita de una profunda transformación urbana. Hasta que eso suceda, Lima seguirá siendo la ciudad del eterno potencial. Sin ella, los turistas seguirán yendo de su hotel al restaurante, sin poder disfrutar verdaderamente de nuestra ciudad.