Por: Mariela Noles
En una reciente entrevista sobre el racismo en el Perú y nuestra diversidad cultural, uno de los conductores empezó una de sus intervenciones de la siguiente manera: “Yo creo que el racismo es producido por una enfermedad gravísima, pero que tiene una cura...”. En ese momento, me imaginé en un video viral como los que han dado vueltas en las redes sociales en las últimas semanas. Preveía acusaciones sobre la negación del racismo o de su naturaleza estructural y sistémica.
Esto es, sobre cómo estaríamos relativizando el fenómeno como uno que sucede entre una “mala” persona y una víctima, donde los terceros no tenemos responsabilidad alguna. El conductor continuaría; sin embargo, afirmando que esta “enfermedad” era la ignorancia, y que la cura sería “la lectura, el aprendizaje, y las conversaciones” que deberíamos tener sobre estos temas, de manera colectiva y respetuosa. Lo que estaba haciendo el conductor, para mi grata sorpresa, era generar una imagen clara en la audiencia que nos escuchaba. Nos invitaba a informarnos personal y colectivamente, a cuestionar nuestras propias acciones y, sobre todo, a involucrarnos en una conversación que efectivamente nos concierne a todos y todas.
Las voces negacionistas de las violencias que afectan, de manera insidiosa, a las mujeres peruanas han gritado muy fuerte estos días. Las que niegan el racismo, también. Las voces que insisten en negar los derechos de las personas en la comunidad LGTBIQ+ nunca dejaron de gritar. Y, en efecto, todas las luchas están conectadas. El racismo, el sexismo y la homolesbotransfobia son hermanas. Y no hay jerarquías en la opresión. A Martin Luther King se atribuye la siguiente frase: Una injusticia para unos es una amenaza a la justicia para todos.
Lo que sigue en esta, personalmente, me parece más importante: Estamos inexorablemente vinculados por una red de mutualidad, atados en una misma prenda que es el destino. Lo que sea que afecte a uno directamente, nos afecta a todos indirectamente.
Este pensamiento es particularmente relevante hoy porque tanto la población LGTBIQ+ como los pueblos afroperuanos, como las poblaciones indígenas, como las mujeres, vienen prestando una lucha intensa por la garantía de sus derechos que, a la postre, está conectada en sus propios fundamentos: la justicia para todos y todas por igual, el reconocimiento de sus derechos más básicos, y no más violencia contra sus cuerpos.
Sabemos que la ignorancia es atrevida, y seguirá gritando que las vulneraciones no existen, o que son culpa de estos grupos, o que estos son sensibles, o que les falta correa, o que se victimizan, o que las cifras, cada vez más alarmantes e indignantes, no son representativas de un problema estructural. Mientras tanto, en junio, celebramos nuestra existencia y resistencia, así como todo lo que le aportamos y sumamos a este país, aunque este no termine de reconocerlo.