
Flash será la delicia de muchos y el blanco de los dardos de otros. El director argentino Andy Muschietti se ganó el respaldo de Hollywood al darnos It (2017), la cinta de terror más taquillera de la historia. Con esos pergaminos, se le encargó Flash, cinta que se vio enredada en los problemas personales de su protagonista Ezra Miller, pero que al fin llega a cines. Son más los motivos de alegría, pero también hay varios reclamos.
Muschietti dirige su obra en un punto medio entre Christopher Nolan (las reflexiones existenciales, la acción con paleta de colores fríos) y Zack Snyder (algunos excesos de saturación visual en cámara lenta), con homenajes a las cintas de Batman dirigidas por Tim Burton. En las secuencias con Michael Keaton, desde el diseño de producción hasta los movimientos de cámaras o los detalles kitsch –una cometa con forma de murciélago–, todo rinde tributo a las dos cintas del aclamado Burton.
Flash entretiene, pero Muschietti aún no está al nivel de los mencionados. Parte del problema es el propio Ezra Miller, un protagonista heredado de la anterior gestión Snyder, quien hace de Barry Allen/Flash, un nerd en extremo desesperante y de su posterior contraparte en una dimensión alterna incluso algo peor. Muschietti parece haber dejado al azar la química que pueda hacer Miller con sus espectadores.
La historia presenta a Allen continuando los hechos de las cintas previas del Universo Extendido de DC. Con el mayordomo Alfred (Jeremy Irons) como coordinador, Flash ayuda a Batman (Ben Affleck) a luchar contra el mal. Pero los recuerdos de su madre fallecida (Maribel Verdú) son demasiado fuertes y, en un intento de cambiar el pasado, cruzará su destino con el de un Batman de otra dimensión (Michael Keaton) y unirá fuerzas con Superchica (la colombo-estadounidense Sasha Calle).
Hay maravilloso trabajo digital en el primer acto y en cómo se presenta la aceleración de Flash. Pero esto contrasta radicalmente con el trabajo del tercer acto, con un abuso de los contornos difuminados y el tosco maquetado de algunos personajes en una secuencia climática. Algo tan obvio, que pareciera un recurso expresivo ha sido negado por Muschietti, lo que en buena cuenta quiere decir que es una deficiencia del extenso equipo digital.
El punto más flaco de Flash es Superchica. Calle es una intérprete cuya intensidad no encuentra espacio en un guion compacto que le impide desarrollarse y, al final, su personaje resulta distante y frío. Michael Keaton defiende su legado –para muchos, como yo, es mejor Batman que Christian Bale. Las grandes interrogantes sembradas en el cierre del filme parecen que ya tienen respuesta: Muschietti dirigirá el próximo título de Batman.
Estaremos atentos.

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