Es una exageración, alimentada por wishful thinking o la ilusión de que se caiga Dina Boluarte, sostener que se ha roto la coalición que la sustentaría porque Keiko Fujimori reaparició para mostrar preocupación por la marcha del gobierno y su falta de autocrítica, y exigir el cambio de cuatro ministros.
Una coalición implicaría un acuerdo sustentado en coordinaciones estrechas entre sus integrantes, lo que no existe entre gobierno y fujimorismo.
Lo que sí hay desde el inicio de la presidencia de Boluarte es lo que esta columna llama pacto implícito de sobrevivencia sustentado en a) interés del Congreso y del Gobierno de llegar hasta el 2026; b) copar puestos claves en el estado mediante una negociación tipo repartija entre la mayoría de las bancadas (TC, defensoría, procuradores, etc.); y c) rediseñar el sistema político-electoral a la medida de los partidos que mandan en el parlamento.
El pacto funciona desde hace tiempo, con Perú Libre de Vladimir Cerrón, Fuerza Popular de Fujimori, y todas las bancadas, pues todas se ganan alguito.
La crítica de Fujimori y del segundo a bordo de FP, Micky Torres, no parece obedecer tanto al deseo de contribuir a mejorar el gobierno de Boluarte, pues de otro modo no se explicaría por qué recién critican a los seis meses de iniciado, sino al objetivo de encontrar un balance complejo entre a) no parecer muy pegado a una presidencia que tiene un alto desprestigio —lo desaprueban 3 de cada 4 peruanos (Ipsos)— y b) no golpearlo tanto como para llegar a tumbárselo. Que sufra, pero no muera.
Un mix compartido por casi todas las bancadas, pero en el que el fujimorismo pretende desmarcarse ante una evidente ausencia de liderazgo en la oposición que FP pretende ocupar.
El gobierno de Boluarte, a su vez, deja la mesa servida para la oposición al no adelantarse con algún relevo ministerial que se cae de maduro como el de salud ante el avance del dengue sin percibirse pronta capacidad de reacción.
Lo que sí parece es que la relación Gobierno-Congreso ha ingresado a una fase nueva en la que habrá algunas asperezas, pero con el cuidado suficiente para que la sangre no llegue al río, pues ni los parlamentarios quieren irse antes del año 2026 ni sus candidatos están listos para adelantar la elección.