(*) Coordinadora de la Red de Estudios para el Desarrollo
¿Tu rutina se parece a esta: levantarse de madrugada, preparar el desayuno, asegurarse de que todos coman, darle sus medicinas a los padres ancianos, preparar el almuerzo mientras supervisamos que los niños se alisten para el colegio? Una vez que se asegura de que todo está en orden, respirar hondo y salir a trabajar.
Las mujeres en Perú enfrentan importantes obstáculos cuando se trata de participar en el mercado laboral y desarrollar su potencial. A pesar de que incluso en nuestra Constitución se señala que el trabajo “es la base del bienestar social y un medio de realización de la persona” (artículo 22º), la realidad de la situación es compleja y desigual para millones de mujeres.
Analicemos cuántas mujeres trabajan. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), solo seis de cada diez mujeres trabajan en el Perú, frente a ocho de cada diez hombres. Esta brecha de género es particularmente aguda en las ciudades costeras, donde la mayoría de las mujeres que no están trabajando citan las responsabilidades domésticas como la razón principal.
Incluso para aquellas mujeres que trabajan, la calidad de sus trabajos suele ser deficiente. La gran mayoría de los trabajos en el Perú son informales y precarios, pero las mujeres están representadas de manera desproporcionada en este sector. El Instituto Peruano de Economía (IPE) señala que el 79% de las mujeres trabajan en la economía informal y el 50% trabaja a tiempo parcial. Más de 1.2 millones de mujeres trabajan como “trabajadoras familiares no remuneradas”, realizando tareas de apoyo a las empresas familiares sin recibir compensación alguna.
Además, las mujeres tienden a trabajar en los sectores menos productivos de la economía, como servicios y comercio. Esto exacerba su precariedad laboral y contribuye a que tengan menores ingresos.
Todas estas condiciones se componen en una significativa brecha salarial de género, ya que las mujeres ganan solo el 70% de lo que ganan los hombres. El Perú ocupa un lugar bajo a nivel internacional y según el Índice Global de Brecha de Género del 2022, tenemos el puesto 129 de 152 países en igualdad salarial para trabajos similares.
Un factor importante que contribuye a estas disparidades es la carga desproporcionada de las tareas domésticas y de cuidados a los familiares que recae sobre las mujeres. Ellas dedican un promedio de 39 horas por semana al trabajo doméstico no remunerado, mientras que los hombres dedican solo 15 horas. Esta diferencia de casi 24 horas equivale a tres días extra de trabajo para las mujeres.
Originando estas brechas se encuentran los estereotipos y los roles de género que siguen imperando en el Perú. Solo hace tres años, el 53% de peruanos señalaba que una mujer primero debe cumplir su rol de madre y esposa antes que cumplir sus sueños. ¿De qué realización personal hablamos?
Para hacer frente a estos desafíos, se necesitan dos acciones clave. La primera es la implementación de un Sistema Nacional de Cuidados que brinde servicios de guardería para niños y que esté subsidiado por el Estado. Esto permitiría a las mujeres tener más tiempo para el trabajo y otras actividades productivas.
La segunda acción es la erradicación de los estereotipos sobre los roles de género. La educación y los modelos a seguir son fundamentales en este sentido. Necesitamos profesores que desde las aulas refuercen la idea de la igualdad de capacidades, derechos y deberes de los niños y las niñas. Asimismo, las niñas necesitan ver mujeres en diversos campos triunfar y sobresalir, lo que puede ayudar a generarles confianza y ambición.
En nuestras manos está el lograr que la rutina diaria de millones de mujeres tenga menos carga de cuidado no compartida y no remunerada e incluya más actividades y más trabajo productivo. Para que todas nos desarrollemos y realicemos plenamente.