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Opinión

La honestidad intelectual de un escritor, por Augusto Álvarez Rodrich

A propósito de los 87 años cumplidos por Vargas Llosa.

larepublica.pe
La honestidad intelectual de un escritor, por Augusto Álvarez Rodrich

Ver a alguien cumplir 87 años con el entusiasmo para culminar su novela 18 (sobre el vals peruano) y escribir su columna que se lee en todo el mundo (esta semana sobre Jorge Edwards) es estimulante.

Pero si es un peruano que ha recibido los principales premios del mundo, como el Nobel de Literatura, el Cervantes o el Príncipe de Asturias, y que acaba de ser incorporado a la Academia Francesa como su primer miembro que no es francés ni tiene obra original en esa lengua, se pasa al orgullo.

Mario Vargas Llosa es el más célebre de los escritores peruanos, y el de mayor gravitación y reconocimiento internacional. Quizá hoy algunos premios vinculados a las artes pierdan prestigio si él no es uno de sus galardonados.

MVLL ha producido, en opinión de un columnista que no es crítico literario sino solo lector entusiasta y agradecido por su obra, las más notables novelas durante las últimas seis décadas, la mayoría con el Perú como eje.

Su obra prolífica y valiosa también incluye cuento, teatro y ensayo, y ha incursionado en terrenos como el cine con obras suyas o radio —Mi novela favorita, que aún se emite en RPP, es estupenda— y hasta la actuación teatral.

MVLL siempre ha ejercido el periodismo desde joven en redacciones en el Perú o Francia, como conductor de TV (La torre de Babel) y con su columna quincenal Piedra de toque sobre todo lo imaginable, desde las artes —acaba de publicarse el primer volumen de su obra periodística, sobre cultura, El fuego de la imaginación— hasta la política.

En política, Vargas Llosa siempre ha sido un intelectual comprometido con su tiempo mediante sus columnas, entrevistas o comunicados, sobre todo lo que le interesa, entre lo que sin duda destaca el Perú, con el que siempre está, donde esté, conectado, y hasta como candidato presidencial, actuando siempre con la honestidad intelectual de quien nunca temió expresar su opinión, aunque esta caiga mal a unos.

Algo que no suele ser bien aceptado en el Perú, como en estos días de polarización en que muchos solo leen o escuchan lo que encaja con su posición, nunca dudan, y temen ‘contaminarse’ con ideas opuestas, creyendo que la calidad de un autor depende de la coincidencia antes que de lo que se expresa.